Tres son los principales problemas, según el CSIF, que sufre el
vigilante de seguridad. En primer lugar, según explica Rafael
Puigros, secretario general de CSIF de Balears, «la ley de
seguridad privada ha cambiado para peor, ya que amplía las
funciones del vigilante a labores que antes ejercían la Policía
Nacional o la Guardia Civil». Con la ley anterior, los
profesionales del sector eran denominados Vigilantes Jurados, a
través de un juramento a la Constitución en el Gobierno Civil. Bajo
este nombre tenían la consideración de agente de la autoridad, un
rango inferior al de un guardia civil o un policía, pero con
capacidad de actuación. A partir de la Ley 23/1992 de Seguridad
Privada, la situación tomó un nuevo rumbo. A los profesionales se
les cambió el nombre a vigilantes de seguridad y se les arrebató la
condición de agentes de autoridad. Pese a «los inconvenientes que
eso ha provocado en los profesionales, más desprotegidos
legalmente, éstos han visto como se les han ido sumando, día a día,
atribuciones y responsabilidades», lamenta el portavoz de seguridad
de CSIF Ramón Domingo.
Según indica Sebastián Oliver, otro de los portavoces de CSIF,
los vigilantes «hemos visto como ahora tenemos que seguir
custodiando dinero, tenemos que controlar el acceso a
Administraciones públicas o controlar escáneres para la detección
de explosivos, con casi el mismo poder de actuación que tiene un
particular».
Las críticas a la ley son rotundas por parte del CSIF. Unas
críticas que son extensibles al convenio colectivo, el segundo de
los graves problemas del sector. CSIF califica el convenio como
lamentable por situarse «por debajo del estatuto de trabajadores».
Los representantes del sindicato denuncian «un documento firmado en
Madrid por los sindicatos mayoritarios UGT, USO y CC OO, que
provoca el incumplimiento de las horas laborales semanales, que no
contempla la peligrosidad cuando no se porta armas, ni la toxicidad
cuando se trabaja junto a un escáner». Según Oliver, el vigilante
tiene mayor peligro de sufrir una agresión cuando no porta un arma,
por su poder intimidatorio, por lo que «todos los vigilantes
deberían cobrar el plus de peligrosidad, más si tenemos en cuenta
el bajo salario que cobra el profesional». Al respecto, CSIF
defiende el pago de un plus de responsabilidad extra a aquellos
vigilantes que portan armas.
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