Segundo día de regata del Campeonato del Mundo 2001. Día, además, de regata larga. Once de la mañana, el príncipe don Felipe acaba de llegar al barco de la Armada que patroneará. Casi al mismo tiempo han aparecido por el pantalán los duques de Palma con el pequeño Juan Valentín, que a partir de esos instantes se convertirá en el objetivo de todos los objetivos.
Juan Valentín llama poderosamente la atención por muchas razones, pero sobre todo por lo guapo que es, y por lo serio que es. Entre la basca se está diciendo ya que el que le haga una foto sonriendo recibirá un premio. Porque no hay manera, eh. Se te queda mirando fijamente, sin apenas un gesto, y cuando se cansa de postura, mira hacia otra parte.
Mientras su madre, la infanta doña Cristina, colaboraba con el resto de la tripulación del «Azur de Puig» a fin de dejarlo todo dispuesto para tan largo y duro día, el pequeño caminaba sobre el barco manteniendo en todo momento el equilibrio, de lo que se deduce que tiene madera de marino. Claro que de casta le viene.
Cuando ya estuvo a punto la salida, un tripulante grandote le tomó en brazos y se lo llevó al padre, que estaba sentado en el pantalán, frente al barco. No fue fácil, pues lo que quería Juan Valentín era seguir con su madre, quien ya se había situado en la caña, desde donde les saludó a ambos, que se quedaban en tierra.
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