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Los habitantes de estas Islas, que tenemos fama en el resto del Estado de ser ricos y vivir muy bien, nos estamos endeudando de lo lindo con la única finalidad de tener un techo sobre nuestras cabezas. Si la compra de una vivienda ha supuesto siempre un esfuerzo sobrehumano para las familias corrientes, ahora se está convirtiendo en un imposible. Por eso la mayoría de las familias se ven obligadas a «hipotecar» un enorme porcentaje de sus ingresos "en Balears alcanza el 64'5 por ciento" para pagar al banco un préstamo que parece crecer en vez de menguar con los años.

El precio de la vivienda en nuestro Archipiélago se ha disparado en un 118 por ciento en los últimos años y, aunque los tipos de interés han bajado también notablemente desde entonces, pocos se libran de hipotecas eternas, pagando al banco a la postre tres veces más de lo que vale el piso. De forma que la media de préstamos en el ámbito rural está en los veinte millones (casi 150.000 pesetas mensuales según el tipo medio de hipoteca) y en el entorno urbano, en los quince (unas cien mil). Pero en nuestros días pocas alternativas nos quedan. La oferta de alquileres es escasísima y a precios a todas luces desorbitados, de forma que la opción está más que clara.

La situación es consecuencia de muchos factores, pero también hay que reconocer que los precios de antaño (antes de 1995) no eran acordes a los de una comunidad como la nuestra, que podría calificarse como «de primera». Así que, por un lado, los precios no han hecho más que actualizarse según las necesidades del mercado, pero por otro ha influido la cercanía de la llegada del euro, la bonanza económica, el bajísimo nivel de paro y la actitud de las autoridades, que jamás han promovido el alquiler y sí, aunque tímidamente, la compra.