Los participantes salieron de Cort y llegaron al Monastir de la Real. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

TW
0

Cerca de 25.000 personas, según la edil de Participació Ciutadana, María José Frau, bastantes más que en ediciones anteriores, participaron ayer en la tradicional romería de Sant Bernat, más conocida como romería de «ses Canyes», porque los romeros caminan portando unas cañas en sus manos. A las 20.00 horas, los romeros, que salieron de la Plaça de Cort, se pusieron en camino en dirección al Monestir de la Real. A lo largo de tres kilómetros y medio, los devotos de Sant Bernat recorrieron diversas calles de Palma al son de tambores y cornetas de la banda municipal. Este año, con motivo de las obras en las Avingudes, la romería no pasó por esa zona, sino que recorrió la Plaça Major, Sant Miquel, Oms, tomando por último el camino de Jesús.

Coincidiendo con la hora de salida de los romeros, en el monasterio se celebró el oficio de rezo de vísperas. Posteriormente, se bendijo la aromática alfabeguera. Los fieles fueron agasajados con ella y luego pasaron a venerar la imagen del «monje blanco». Los marchantes, entre los que se encontraban el teniente alcalde José María Rodríguez; María José Frau, concejala de Participació Ciutadana; Jordi Llabrés, edil de Educació i Joventut; Gaspar Oliver, edil de Esports; y Tolo Güell, presidente del Grupo Güell, fueron recibidos por la comunidad parroquial de La Real para después participar en la ofrenda de agua a Sant Bernat.

Se hizo notar sobre todo la ausencia del alcalde de Palma, Joan Fageda, asiduo en años anteriores a esta celebración. Una vez en el Monestir de la Real, los gigantes de la Sala brindaron a los visitantes un baile típico mallorquín. Los fuegos artificiales, la música y los distintos puestos de golosinas y comida rápida enmarcaron la fiesta en un ambiente de jovialidad y alegría. Todos y cada uno de los fieles fueron depositando, a su llegada, brotes de albahaca en la capilla de Sant Bernat. Esta ofrenda provocó que se generara durante unos momentos un pequeño embudo de gente deseosa de venerar al santo. Después de la tradicional misa, los devotos fueron saliendo del recinto parroquial para participar plenamente en la celebración de una jornada tan especial.