La explosión de un juguete-bomba, que ha causado la muerte de
una mujer y gravísimas heridas a un niño de 16 meses, ha
conmocionado a todo el país. Treinta y seis horas después, todavía
se barajan muchas hipótesis, pero va cobrando fuerza la línea de
investigación del Ministerio del Interior que apunta hacia la «kale
borroka». El ministro Mariano Rajoy ha declarado que se trata de un
«clásico» acto de violencia callejera. Si se confirmara esta
hipótesis, estaríamos ante la primera víctima mortal de los jóvenes
proetarras que en los últimos meses han endurecido sus acciones. Su
más reciente ataque ha infligido gravísimas quemaduras a dos
policías autonómicos vascos.
En esta ocasión todos los grupos, incluso Batasuna, han
condenado el dramático suceso y convocado actos de repulsa. Para
aumentar, si cabe, el grado de confusión que todavía rodea el caso,
un portavoz de Batasuna ha dicho que la explosión podría ser «un
capítulo más de guerra sucia contra Euskal Herria» y ha asegurado
que «jamás se ha producido por parte de ETA este tipo de hechos de
forma indiscriminada».
Aunque todavía no se puede atribuir la autoría de esta criminal
acción a una persona o grupo concretos, no puede resultar más
cínica la exculpación de los cómplices de ETA. ¿Cómo pueden afirmar
que ETA no ha cometido nunca atentados indiscriminados cuando la
historia reciente de España está llena de víctimas inocentes de la
barbarie terrorista? Y en cuanto a la acusación de «guerra sucia»,
se trata de una evidente maniobra para ocultar a los auténticos
criminales.
Lo de menos es si el juguete contenía sólo diez o catorce gramos
de pólvora, que en otras circunstancias no hubieran causado tan
terrible daño. Estamos ante una mente criminal que colocó el
explosivo en un aparentemente inofensivo cochecito y que pretendía
hacer daño. Lo ha conseguido. Hay otra familia destrozada.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.