Una media de cincuenta extranjeros duerme cada noche delante de las
oficinas de extranjería para poder arreglar, por la mañana, sus
papeles a tiempo. Miles de inmigrantes llegan anualmente a la Isla
para poder establecerse y conseguir un puesto de trabajo aquí. El
problema es que cuando arriban se encuentran con un panorama muy
distinto al que se imaginaban: dificultad de vivienda, sectores de
la sociedad que no los acepta y lo que más les interesa, que es
regularizar su situación, se convierte en una cruzada urbana muy
competitiva. Los inmigrantes no tienen más remedio que madrugar
para asegurarse un puesto y poder arreglar sus papeles en la
Delegación del Gobierno, que es donde está la oficina de
extranjería más conocida de Mallorca.
Todo empieza a primeras horas de la madrugada (sobre las dos),
una serie de personas se trae sus esterillas y se sitúa delante de
las oficinas de la calle Tous i Maroto iniciando una larga cola
que, sobre las cuatro de la mañana, llegará hasta la escalera de
Correos en la calle Constitución. Hay quienes optan por descansar
en sus coches, otros, que no consiguen dormirse, deambulan durante
largas horas por la calle. De fondo, se oyen las voces de algunos
que apoyados en la pared pasan el tiempo conversando con sus
compañeros, cualquier tema es bueno cuando se necesita que pase el
tiempo.
Son las cinco de la mañana, Elsa Rivera una colombiana de 45
años nos revela que necesita «unos papeles con oferta de trabajo»,
«esta es la cuarta vez que vengo a hacer cola, siempre que llego a
la puerta me dicen que las fichas (turnos) ya se han terminado».
Con una tímida y jovial sonrisa Elsa nos cuenta que éste es el
único día que tiene libre, por eso admite que «es el cuarto jueves
que vengo». Cuando se dan cuenta de que la prensa está allí, un
grupo de personas se dirige hacia nosotros para expresar su
indignación por el método usado por el Gobierno.
Juan Carlos Díaz, de Santo Domingo, nos explica que está aquí
desde las cuatro y media, «he venido dos veces, pero hay demasiada
gente y nunca me cogen». Juan Carlos que no ha llegado tan temprano
como Elsa ya debe situarse en las escaleras de Correos, «es
bastante incómodo, si no tienes suerte la cagas». Según él «esto
hace tres meses que está así». Poco a poco va llegando más gente al
lugar, a medida que pasa el tiempo el ambiente de preocupación va
creciendo, Mustafá Ndiayy, que es de Senegal, nos comenta que ha
llegado a las cuatro y media y ya había treinta personas, «es muy
desagradable venir a las tres o a las cuatro de la mañana». Según
nos comenta un inmigrante «hay gente que vende diariamente sus
primeros puestos por diez mil ptas», «esto es una imagen muy
fea».
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