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Se da la circunstancia de que Amparo es madre de seis hijos, abuela de tres nietos y feliz esposa de un marido que la mima constantemente y que, además, también desarrolla el músculo en el gimnasio. Todo ello la convierte en la abuela del fisicoculturismo balear, a la vez que pone de manifiesto que nada es imposible si uno se propone conseguirlo. Porque... ¿dirían que tiene 58 años? Seguro que no.

Amparo pisó el gimnasio por primera vez hace unos ocho años. «Me animó mi hija mayor. Entonces iba a otro sitio. Aquí llevo desde el mes de mayo y es donde, de verdad, he empezado a trabajar y a definir. ¿Que por qué me decidí por el culturismo? Entre otras cosas porque por entonces pesaba 25 kilos más que ahora, debido a un problema de tiroides. Ahora ya me ven. Y me dicen que debo reducir todavía un poco más de volumen. Porque, ¿sabe? Voy a competir por primera vez en mi vida en categoría seniors. Por eso ahora estoy aprendiendo las poses que deberé de hacer.

Ahora, aparte de dedicar un par de horas del día al gimnasio, Amparo está a cierta dieta, «pues estamos en puertas del campeonato y me tengo que cuidar un poco». Por la mañana se toma un café con dos tostadas, a media mañana arroz blanco con pechuga de pollo hervida, a mediodía pasta con pavo hervido, a media tarde dos claras y por la noche una tortilla de seis claras con ensalada que le prepara su marido. Trasnocha poco. «Ni veo televisión, pero me cuesta bastante dormirme. Los viernes salimos a bailar y si no tengo ningún campeonato, me tomo una copita».