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La tienda más antigua de Palma, Ca la Seu, esquina con la plaza de la Cuartera, cierra sus puertas definitivamente a primeros de 2002. «La cierro con la llegada del euro "dice Magdalena, la dueña". Yo me he hecho ya muy mayor y esto "señala las alfombras, cestos y todo cuando la rodea" cada vez pesa más, por lo que no puedo cogerlo, no tengo fuerzas». Los últimos de la familia han sido Magdalena y sus tres hermanos: Andreu, que estuvo con ella en la tienda hasta que falleció; Francisca, mayor que ella, jubilada ya; y Bartolomé, médico dentista, cuya ocupación no le deja horas para dedicarse a la tienda. «Ni mis hermanos ni yo nos casamos, y no porque faltaran pretendientes, sino porque estábamos bien como estábamos, por eso no tenemos quién pueda seguir. Y como bien dijo mi padre, el último que cierre la puerta, eso es lo que haré yo».

Recuerda que lo de la Seu se lo puso el primer Monserrat de la familia «porque trabajaban para la Seu, aunque no me diga cómo se llamaba aquel buen hombre pues, ¿sabe?, ya han pasado casi quinientos años». La tienda nunca ha cambiado de dueños, siempre con el mismo apellido, «ni siquiera, que yo recuerde, nadie nos la ha querido comprar. Es más, ahora mismo no tenemos comprador». Pues no estaría de más, le digo, que el Ajuntament la comprara, al fin y al cabo es un trozo de la historia de la ciudad que a partir del uno de 2002 va a caer en el olvido. Magdalena sonríe, pero no dice nada. ¡Y qué va a decir!

Aquellas cuatro paredes que el abuelo de Magdalena remozó hace cien años, están repletas de objetos hechos de esparto, caña, junco, lino, etc. Porque, ¿qué es lo que falta allí?, nada. Están en todas partes, en el suelo, colgando del techo, apoyados en las paredes... Magdalena recuerda que por allí han pasado miles y miles de personas, unas de aquí, de la Isla, otras que llegan de paso, y han pasado también muchos ilustres, como Miró y Picasso. Hace unos años, nuestro diario, Ultima Hora concedió a Ca la Seu el Siurell de Plata.