Se puede afirmar que la guerra en Afganistán ha entrado
realmente en una nueva fase. Y ello, más que a las tímidas
incursiones terrestres de las fuerzas norteamericanas, se debe al
hecho de que se han producido las primeras bajas entre ellas.
Hasta ahora, tras dos semanas de operaciones de castigo, la
opinión pública estadounidense contemplaba un conflicto lejano en
el que la aplastante superioridad de sus ejércitos le proporcionaba
una calma adicional. Las víctimas se producían entre las filas
enemigas en el marco de unas operaciones en las que sus soldados
corrían relativamente pocos riesgos. Ahora, al producirse las
primeras bajas, la guerra adquiere una materialidad contundente. Ya
no se trata de hipótesis, ni de un barajar entre políticos y
estrategas si resultaba más conveniente un tipo de ataque u otro.
Las doctrinas que al respecto parecen haberse estado debatiendo
entre los altos mandos norteamericanos, relativas a la preferencia
por un ataque masivo, fulminante, o bien por una sucesión de golpes
de mano encaminados a debilitar tanto la fuerza como la moral del
enemigo, se vacían de sentido. Recordemos que cuando la guerra de
Vietnam, el punto de inflexión en la opinión que la sociedad
americana tenía del conflicto, vino precisamente marcada por el
inicio de la repatriación de cadáveres de soldados.
Muchos dicen aún que fue en ese momento cuando USA empezó a
perder la guerra. Desde luego que ahora la situación no es
exactamente la misma. Los Estados Unidos se han visto agredidos en
esta ocasión en su propio suelo, y continúan amenazados por esa
presión que supone la variante de lo que se empieza a conocer como
bioterrorismo.
Todo ello puede contribuir a fortalecer la moral de la
atribulada sociedad norteamericana. Pero no cabe duda de que cuando
empiecen a llegar al país las temidas cartas del Departamento de
Estado que anuncian la muerte en combate del familiar, del amigo, y
las macabras bolsas de plástico que envuelven sus cadáveres, algo
cambiará. Conceptos hasta hoy sólidos e inmutables se debilitarán
progresivamente. Estaremos en una nueva fase de la guerra.
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