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El Govern de Francesc Antich sorprendió en su día con algunas medidas destinadas a mejorar la calidad de vida de los menos favorecidos y levantó no poca polémica al elevar las pensiones más bajas. Fue una medida valiente que, a pesar del enfrentamiento del Gobierno central, salió adelante. Ahora vuelve a la carga con una nueva idea, inédita en nuestro país, que satisfará a más de una familia. Se trata de desgravar el desembolso efectuado para comprar los libros de texto de los estudiantes de tres a 18 años. Una iniciativa loable que, quizá, peca de cierta cortedad, como suele ocurrir en estos casos y que, desde luego, se queda muy lejos de aquella promesa de gratuidad total para los libros de texto. Los requisitos "no sobrepasar ciertas rentas anuales" harán que sólo puedan beneficiarse las familias menos favorecidas económicamente, lo que, por otra parte, es el sentido de este tipo de propuestas sociales. Lo que no duda nadie es que el gasto de los libros de texto obligatorios se está convirtiendo en un problema para muchas familias "no sólo para las más pobres", especialmente cuando hay varios hijos en edad escolar. Las muchas «guerras» entre asociaciones de padres y editoriales han surtido poco efecto y, de hecho, cada año se paga más y más. Por eso sea bienvenida la idea del Govern, así como ocurrió antes con la desgravación por guarderías. Si queremos una Comunitat más solidaria, más humana y más cerca de la realidad que vivimos, debemos fomentar políticas como ésta, que faciliten la vida de los ciudadanos. Tras esa fachada de riqueza y opulencia que nos pintan fuera, se esconde el día a día de muchísimas familias a las que les cuesta llegar a fin de mes. La educación, como objetivo prioritario de cualquier gobierno, debe estar protegida y tampoco estaría de más que los gobernantes de otras autonomías e incluso del Ejecutivo central «copiaran» por una vez lo que se hace aquí.