El euro despertó con resaca. Durante la mañana de ayer, el pueblo
de Selva aún dormía después de una intensa noche de Fin de Año y
era poca la gente que transitaba por sus calles. En los pocos bares
abiertos, el tema de conversación era el euro y sus consecuencias
inmediatas en la vida cotidiana. La mayoría de los clientes
utilizaron la peseta para pagar. La escena se repitió en casi todos
los pueblos del interior de la Isla.
Los más mayores se mostraron optimistas con la llegada del euro,
aunque opinaban que durante los primeros meses la convivencia de
las dos monedas será un poco complicada. Entre los mayores hubo
diversidad de opiniones, pero todos coincidían en que el paso hacia
la moneda única europea ya está dada y se debe seguir adelante.
Pero una de las cosas que más les preocupan es la manera como se
defenderán a la hora de recibir el cambio y conocer las
equivalencias en pesetas.
Jaume Mairata, de 75 años, es un vecino de Selva que ayer
comentaba con entusiasmo: «La llegada del euro será muy útil para
todos los europeos ya que de esta manera las fronteras dejarán de
serlo». Todos los bancos y cajas del pueblo permanecieron cerrados
y los cajeros no dispensaban euros. En otros pueblos, más de lo
mismo. Será a partir de hoy, día laborable, cuando dicen que se
medirá la problemática del cambio.
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