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Raixa, la possessió enaltecida por el cardenal Despuig y los Comtes de Montenegro, inicia una nueva etapa sumida en una decrepitud espectral. Su reñida adquisición por parte de la Fundación Parques Nacionales como sede, culmina una operación largamente barajada que exige ahora una restauración urgente. En las últimas semanas la histórica finca ha perdido lo que restaba de su patrimonio mobiliario original, distribuido en sus numerosas salas y habitaciones, sumidas durante años en el silencio y el olvido. Fachadas desconchadas, pinturas descoloridas, baldosas erosionadas, caminos cubiertos por la maleza y buena parte del bosque devastado por las plagas y el temporal, ofrecen una lamentable imagen, en contraste con el esplendor de antaño.

En la clastra, bajo el tronco muerto del almez centenario que durante siglos sombreó todo su contorno, nos recibió el posadero, Francesc Colom, que ha dedicado buena parte de sus 82 años a la finca: «La decadencia de Raixa empezó hace ya cuarenta años, con el inicio del turismo de masas. La gente joven que vivía aquí se marchó para siempre y también desapareció el comercio de aceite y carbón que mantenía en perfecto estado los jardines y el pinar. Durante la temporada venían los jornaleros a recoger la fruta, estas actividades eran el banco de los señores», advierte.

Colom guarda muchos recuerdos de Raixa: «Yo nací en S'Alquería d'Avall y en mi juventud la vida aquí era muy diferente, como de la noche al día. Por entonces era una finca agrícola a plena actividad y la gente del Pla venía a buscar aceite, ya que allí sólo habia saïm. Ahora las almendras no las quieren ni regaladas. Más tarde y durante un tiempo la finca se abrió en su totalidad a las visitas, pero un día un grupo de marinos norteamericanos, en actitud vandálica, destrozó varias estatuas y los propietarios decidieron cerrar. Que yo sepa, nunca recibieron indemnización alguna».

Así permaneció hasta que hace unos años se decidió reabrir los jardines y empezó la etapa actual. En fechas aún recientes una empresa constructora esbozó un proyecto «revitalizador», con el propósito de trasformar la finca en un hotel de lujo con un campo de golf de 18 hoyos. La inclusión de Raixa en el Catàleg d'Espais Naturals evitó la conversión en algo muy distinto a lo que fue durante los últimos trescientos años. También se consideró como sede de la Fundació Illes Balears.

Así, entre las diversas propuestas y la decadencia creciente, ha llegado a nuestros días. La diseñadora alemana Jill Sanders tenía su propio proyecto pero, según Francesc Colom, impulsó la venta de todos los muebles, algunos de notable valor, por parte de sus propietarios, ya que no encajaban en su idea restauradora. Ahora, recuperar el esplendor perdido puede suponer un esfuerzo económico mayor que el de la propia compra, indica el veterano posadero, quien no pierde la ilusión de que algun día la emblemática possessió recobre la belleza del pasado.