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Es uno de los jóvenes cocineros mallorquines más cotizados entre los fogones. A sus 25 años Carlos Pujol continúa la tradición de una familia de gran prestigio en el mundo del arte culinario. Su abuela fue la pionera de la familia y hace 16 años sus padres, Carlos y Elena, abrieron el restaurante Can Carlos, donde han consolidado una clientela basada en la fidelidad. «Desde pequeño "comenta Carlos" ayudaba detrás de la barra o limpiando platos y vasos, pero nunca me dejaban entrar en la cocina».

Finalizados sus estudios en la Escola d'Hosteleria de la Universitat de les Illes Balears (UIB), comenzó a trabajar en la cocina del Hotel Castillo Son Vida, donde meses más tarde obtuvo una beca para ampliar su formación y estuvo durante tres meses en el reconocido restaurante «Atrico» de Cáceres. Posteriormente hizo prácticas en varios restaurantes hasta que hace tres años cogió las riendas familiares en los fogones de Can Carlos.

«Me gusta levantarme pronto e ir a comprar la materia prima al mercado. Es imprescindible ver el producto y ofrecer al cliente lo más fresco y de mayor calidad», asegura. Aunque la carta del restaurante está trufada de sabrosos platos, Carlos renueva continuamente las sugerencias que ofrece a sus clientes. Entre los platos que prepara destacan algunos de la cocina tradicional mallorquina, con guisos, carnes y pescados, que sirve con una presentación exquisita y una elaboración sofisticada. Así, por ejemplo, encontramos en la carta sugerencias tan apetitosas como éstas: rodaballo sobre arroz negro cremoso y alioli de patatas y miel; solomillo de cerdo adobado con compota de naranja y salsa de matanzas; o rape asado con tomillo, además de ricos hervidos de pescado.