Jóvenes de Mallorca practicando el «body board». Foto: J.AGUIRRE.

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Cuando se acercan a las costas de Mallorca fuertes rachas de viento y marejada en el mar, los surfistas y los amantes del body board acuden raudos a cabalgar sobre las olas, cuanto más altas y furiosas sean éstas, mejor. Dos modalidades que cada vez cogen mayor auge entre la gente joven y que por estas fechas comienzan a practicarlas. Ambas guardan un objetivo común: conquistar la cima de la ola. Luchando con equilibrio y destreza, después de mucha práctica, llegan a colocarse en lo alto de la tabla. Son Serra de Marina y la zona norte de la Isla son los lugares más propicios para llevar a cabo estas actividades. Sin embargo, la de Cala Major es la playa por excelencia.

Juan Fornés y Mateu Garau, de 21 y 19 años de edad respectivamente, se preparan para introducirse en el mar algunos metros más allá de la orilla. Juan lleva tres años practicando el body board y Mateu comienza hoy. Como la temperatura es a estas alturas del año un poco baja en el mar, ambos van provistos de buenos trajes de neopreno. Armados con tablas y aletas ponen rumbo hacia donde nacen las olas. Llevar a cabo este deporte no es barato, pues la tabla cuesta entre 90 y 300 euros (entre 15 y 50.000 pesetas), así como las aletas entre 15 y 95 euros, siendo el traje de neopreno lo más caro, hasta 350 euros (unas 60.000 pesetas).

Por otro lado, y en la misma playa de Cala Major, nos encontramos a Xisco Calafat y Yeray, de 22 y 21 años respectivamente; ambos llevan un año practicando surf. La fuerza y el equilibrio son fundamentales, además de la rapidez para colocarse sobre la tabla. Lo único que cambia con respecto al body board es la tabla. La de surf es puntiaguada, más larga y estrecha, su precio llega a alcanzar los 600 euros (cien mil pesetas).

Tras los preparativos, los muchachos se adentran en el mar y una vez alcanzada la distancia deseada, esperan pacientemente entre el alborotado mar a sus espaldas a que nazcan olas con fuerza y de gran altura. Rápidamente comienzan a chapotear con las manos y subidos a la tabla boca abajo intentan formar parte de la ola. Cuando ésta alcanza su máximo esplendor, con una cresta blanca y rabiosa, como si se tratara de un suelo espumoso, intentan ponerse en pie o de rodillas sobre la tabla y mantener el equilibrio el mayor tiempo posible. En la mayoría de ocasiones no se alcanza el reto al cual intentan llegar, pero esta labor se repite en numerosas ocasiones y de llegar a conseguir un par de buenas olas la gratificación es tal que todo el esfuerzo físico y de espera merece, para estos jóvenes, la pena.

Sobre la arena algunos curiosos contemplan y comentan las caídas, la torpeza de los aficionados y hasta los logros, que es lo que cuenta. «¡Se ha caído» o «¡vaya, ése no sabe!» son algunas de las frases del público ocasional que pasea con abrigo en un día fresco y en el que el viento es protagonista. El riesgo, como en todos los deportes, es palpable en esta actividad, pero las estadísticas aseguran que quienes practican surf o body board son conscientes del peligro que supone adentrarse en un alborotado oleaje y ponen todas las medidas de seguridad posibles, por lo que llevarlo a cabo es cuestión de buena información y precaución.