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Los 52 maestros de Primaria y profesores de Secundaria que se jubilaron en Balears a lo largo del año pasado recibieron ayer el merecido homenaje por parte de la Conselleria d'Educació. El acto comenzó a las 12.00 horas con una misa en Sant Francesc y prosiguió con la entrega de placas conmemorativas en la Escola d'Hoteleria de Balears, en el campus universitario, donde, para acabar, se les preparó y sirvió una comida por parte los alumnos de la escuela. Este tipo de acto se celebra desde hace tres años y los docentes suelen aprovechar la ocasión para contactar con compañeros en su misma situación. A todos les hace ilusión que se reconozca su labor de toda una vida y en su mayoría coinciden en que la enseñanza ha cambiado mucho.

Quien mejor puede comparar es sor Rosa Casasnovas, que mereció un sonoro aplauso en el momento de recibir su placa por su medio siglo de dedicación a la docencia en el colegio de Nuestra Señora de la Consolación de Alaró. Afirmó sor Rosa que «se disfruta mucho menos ahora que hace 50 años, pues los niños son mucho más díscolos». Actualmente sigue en contacto con el centro escolar, pero ya fuera de las clases y «no lo echo de menos», aseveró. Jaime Sancho ha trabajado 31 años como profesor de filosofía del Instituto Joan Alcover, de Palma. Reconoció ayer haber tenido «muy buenos alumnos y disfrutado mucho del trabajo», pero también notó «la diferencia, a peor, de la enseñanza de hace unos años a la de ahora. Creo que las razones son muchas y muy complejas, pero es cierto que los chicos han cambiado, están menos motivados, y las posibilidades del maestro son limitadas, pues es labor también de las familias y la sociedad», explicó.

No obstante, añadió, «siempre procuré dar lo mejor de mi mismo y cuidar mucho a los que valían, pues aunque es cierto que todo el mundo tiene derecho a la enseñanza, también todo el mundo tienen derecho a la excelencia, a dar de sí todo lo que pueda». Aseguró que no echa de menos su labor de profesor, «porque, afortunadamente, me gusta mucho escribir y es a lo que, básicamente, me dedico ahora, y también me gusta el campo». Sonia García trabajó 28 años en el colegio de Son Servera y, quizá porque se jubiló por enfermedad, sí echa de menos su trabajo. «Aunque la labor del maestro es ahora más frustrante que antes, hay menos interés por saber por parte de los alumnos, no es menos cierto que los niños son lo mejor que tiene la sociedad y siempre son satisfactorios».

Otro caso es el de Miquel Martorell, 41 años profesor de Griego en diversos centros de Mallorca, como el IES de Manacor, de Llucmajor o el Ramón Llull, de Palma. También opinó que los docentes «disfrutan ahora mucho menos que antes de su labor», pero consideró que «no debemos ser pesimistas, pues todas las cosas caen por su propio peso». Ahora se dedica a «labores domésticas» y siente añoranza de su profesión, «pero de cómo se ejercía antes, hace décadas, no la de los últimos años». Un último testimonio fue el de Nicolau Rigo, quien durante 39 años dio clases de Primaria en Esporles, en el Sant Josep Obrer y finalmente en Son Canals. Para él la educación «ha cambiado para mejor en todos los aspectos, pero es cierto que los chicos son difíciles, como lo es la sociedad».

En consonancia con estas opiniones, el conseller d'Educació, Damià Pons, reconoció abiertamente que el homenaje de ayer «quiere reivindicar el valor y la consideración que merecen los docentes». El conseller se mostró de acuerdo en que «es ésta una labor con una buena dosis de ingratitud social y profesional, consecuencia del proceso de pérdida de prestigio social de la función docente». «Lejos de considerar mejor o peor la enseñanza de ahora o la de antes, pues la primera tenía las limitaciones propias de aquella sociedad y la de ahora las complejidades y problemas de la sociedad actual, lo cierto es que los docentes han contribuido a elevar el nivel cultural de todos los baleares», subrayó. Por último, mostró su optimismo ante el futuro y restó credibilidad a la «imagen catastrofista que quiere darse de la educación».