Nuevamente el Ajuntament de Palma abre durante el Corpus los patios antiguos de Ciutat, con la colaboración de medio centenar de sus propietarios. La visita guiada resulta un encuentro entre la arquitectura y las leyendas que ocultan estas viejas casonas. Empezando por la leyenda del «Comte Mal», a quien perteneció Can Formiguera, del siglo XVII. El conde, cruel y de mal carácter, cuenta la leyenda que incluso tenía corazón, tanto que estaba enamorado de una joven que se hizo monja y para poder verla comenzó la construcción de una torre desde la que divisar el Convento de Santa Clara.
Más adelante, y de la mano de la guía Margalida Castells, encontramos «La Posada de la Cartoixa», que durante un tiempo fue la residencia del conde de España. Allí, su propietario quiso otorgar a don Juan, conde de Barcelona, el mismo honor que se daba a los reyes, que allí donde dormían se colocaban cadenas en la puerta para que el viandante supiese que en esa casa había pernoctado un monarca.
En esta misma calle se encuentra el Hostal Isabel II, en cuya fachada existe otra joya: un reloj solar y un ángel con una frase que dice Ultima multis, «la última hora para muchos», y 28 caras repartidas en las ventanas. El otro reloj solar que se encuentra en el recorrido también contiene un mensaje inquietante para el viandante: «Todas las horas hieren, pero la última mata». A lo largo de la visita a los patios pueden leerse otras frases similares. Un ejemplo puede ser «cállate y cásate, el matrimonio te proporcionará fortuna» (Can Ordinas d'Almadrà), o como la que guarda Can Pacs-Fuster, labrada en la piedra por su escultor, a quien le prometieron la libertad: «Per un tal bé, repòs tindrà ma vida». Su patio fue transportado a EE UU pieza a pieza, ya que un americano se enamoró de él.
También encontramos «Ca la Gran Cristiana», de base musulmana, que recibe este nombre en honor a su dueña, Catalina Zaforteza i de Togores. En ella también residieron los condes de Ayamans. La leyenda cuenta que el caballero Coch mató ante las puertas de esta casa un caimán que ofreció a su enamorada, hija de esa casa. Cort adquirió el edificio en 1968 para convertirlo en el Museu de Mallorca, y hoy el saurio disecado está en el Museu Diocesà. En definitiva, una visita guiada que revela secretos sobre la arquitectura y la vida cotidiana de estas viviendas de nobles, burgueses, adinerados artesanos y comerciantes, como la conspiración que se tramó en el Palau Bibot, o las actividades judeisantes que se llevaban a cabo en los huertos, como el de Can Ribas de Pina.
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