Dice Antonio que ese lugar es uno de los puntos negros de Mallorca, «en el que yo, como bombero, he tenido que rescatar a varios heridos». Con ayuda de Catalina, su mujer, nos recuerda las múltiples lesiones que le ocasionó el accidente: rotura de fémur de la pierna derecha, rotura de tibia y pie, «y la cadera muy golpeada, aunque peor está la de la otra parte, pues me tendrán que operar de ella; además de eso, rótula rota, pérdida de sensibilidad en parte del pie derecho a causa de la rotura de unos nervios, cuatro costillas también rotas, una herida en la cara y... bueno, pues que me tuvieron que ingresar en la UVI para extraerme líquido de los pulmones y de la membrana que rodea el corazón».
-¿Qué le ha dicho la persona que ocasionó el accidente?
-Nada, porque ni me ha venido a ver, ni siquiera ha llamado por teléfono para interesarse por mi estado. Ni él -matiza-, ni nadie de su familia.
Tal vez lo más doloroso de todo esto es que Antonio no puede ver a sus hijos. «Sólo ha venido por aquí el mayor, el de cinco años, que estuvo cinco minutos conmigo. Al pequeño hace dos meses que no le veo: me he perdido su primer cumpleaños y ver como comienza a caminar». Y sin duda lo mejor es «el comportamiento de mis compañeros, bomberos como yo, que por turnos vienen cada noche a estar conmigo hasta que me dan el desayuno. Si tengo dolores, me animan; si me dan calambres, me masajean las piernas; si no tengo sueño me hablan... No sé como se lo podré agradecer. Porque además son padres de familia, con niños pequeños algunos, que en vez de quedarse en casa se vienen a estar conmigo. A ellos, a sus mujeres y a sus hijos, muchas gracias», declaró emocionado.
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