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PEDRO PRIETO Casado con una polaca judía y padre de dos hijos, Fuster estudia los libros sagrados entre 12 y 14 horas diarias. No tratamos de apuntarnos un tanto, pero debemos de reconocer que no todo el mundo puede entrar en la bet midrah, o casa de estudios, de la yeshiva de las Somayach Institutions, o escuela superior de estudios de la Torá, el libro de los libros (Génesis, Números, Levítico, Éxodo y Deuteronomio, además de otros) en los que se fundamenta la religión y la cultura del pueblo judío, algo a lo que pueden acceder solo unos pocos, entre ellos José Fuster.

José Fuster es de Manacor, donde estudió primaria y bachiller (también lo estudió en Artà) y Turismo en Palma, en la escuela de Felipe Moreno. Vive en Jerusalén, donde estudia la Torá desde hace cuatro años. Está casado con una judía polaca que le ha dado dos hijos. José, a quien descubrimos junto con otros estudiosos en el fondo de aquella enorme aula, o bet midrash, de blancas paredes ocupadas por amplias estanterías y armarios de color marrón repletos de libros, algunos manuscritos, se acerca a nosotros, nos da la mano y nos pregunta cómo nos ha ido el viaje. Viste camisa blanca, pantalón oscuro y del cinto caen las tsi tsit, o cintas con hilos de colores blancos y azules en los que están escritos frases del Deuteronomio, que ya hemos visto en otros judíos ortodoxos, como Shlomo Simon, el esposo de Hana Canals.

Cubre su cabeza con la kipá, y yo la mía con un gorro que me ha prestado Pere Bonnín que compró horas antes en el mercado, zona musulmana, a un vendedor beduino, pues descubierto no puedo estar en aquel «sancta sanctorum» presidido por un menora, el candelabro dorado de siete brazos, equivalentes a los días de la semana, que se encuentra tambien en todos los hogares israelitas. Y debo de estar porque, si no, quién hace las fotos a José en su hábitat cotidiano, entre sus libros y gente de cada dia.

José, para atendernos, ha tenido que abandonar el jevruta, o estudio de párrafos de los libros sagrados que se hace entre dos, cada uno defendiendo un punto de vista distinto, pues a través de la discusión se llega más fácilmente al entendimiento (él, concretamente, ese día, lo está haciendo con un judío panameño). En lo que recoge los libros y ordena la mesa, observamos que, pese a que la jevruta que practican casi todos en ese instante, incluso algunos a viva voz, nadie molesta a nadie, sino que cada cual está en lo suyo.

Al rato nos reunimos con Pere y los tres, a pie, nos dirigimos hacia una pizzería próxima donde hacemos cuentas hablar durante una hora, que es el tiempo del que dispone, «pues estamos en periodo de exámenes y los estudios me tienen ocupado más de doce horas cada día». Sentados en torno a una pequeña mesa, entre madres y niños que están merendando, y algún que otro ortodoxo que luce coletas que caen a ambos lados de su cara, José nos explica cómo y por qué está allí, desde hace cuatro años, en vez de seguir en Mallorca, trabajando en Turismo, que es para lo que estudió.