El rey de Marruecos, Mohamed VI, parece dispuesto a poner el
dedo en la llaga una y otra vez. Si no le bastó el despropósito de
tomar el islote Perejil militarmente para provocar la airada
reacción española, ahora vuelve a la carga "aprovechando nuevos
festejos públicos de exaltación de la monarquía" reclamando Ceuta,
Melilla y todas las islas cercanas. Una reivindicación que
justifica en derechos territoriales y en que, según él, tener esas
dos ciudades españolas ahí provoca un sangrante flujo de emigración
ilegal hacia Europa.
Probablemente, lo que genera esa huida de ciudadanos marroquíes
hacia otros países son las condiciones en las que viven en la
tierra en la que han nacido, por lo que la actitud del monarca
alauí puede interpretarse como un intento de desviar la atención de
los problemas a los que se enfrentan diariamente sus súbditos
sacando a relucir reivindicaciones territoriales.
Se trata realmente de una estratagema que pretende esconder sus
verdaderas intenciones respecto al futuro del Sahara, que también
él considera territorio marroquí. Pues a nadie se le escapa que la
decisión de la ONU de estudiar «cualquier opción relativa al
derecho de libre determinación» del pueblo saharaui es toda una
bofetada sobre la cara de Mohamed VI. Y ello a pesar de que
Marruecos cuenta en este litigio con el apoyo de gigantes de la
talla de Estados Unidos, Francia "con importantes intereses
económicos en la zona" y menos claramente del Reino Unido.
Lamentablemente, esta postura de la ONU "la más lógica y
consecuente, por otra parte" no hará sino enconar todavía más la
actitud marroquí contra España, en un intento por camuflar la
derrota más estrepitosa en política internacional.
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