Antonio Ferrrera fue el gran protagonista de la noche de ayer y
demostró por qué es la mayor revelación de la temporada. Siete
pares de banderillas geniales (cuatro a su segundo enemigo) y una
espledida faena de muleta en el quinto de la tarde que le valió
cortar dos orejas fue lo más destacado de la velada. «Finito de
Córdoba», en su primer enemigo, lo intentó con la muleta por ambos
pitones, pero el recorrido del animal era muy corto y no permitía
el lucimiento. Mató de una estocada entera un pelín trasera y
recibió una fuerte ovación.
En el primer toro de Antonio Ferrera, el animal, que nada más
salir a la arena tuvo un espectacular topetazo contra uno de los
burladeros, perdió su pitón izquierdo tras su encuentro con el
caballo y tuvo que ser sustituido. En su lugar salió un sobrero de
José Miguel Arroyo, «Joselito», que recibió un gran puyazo. En el
segundo tercio, Antonio Ferrerea realizó dos pares de banderillas
sobrado de facultades y remató el tercio con un impresionante par
al quiebro rematado con otro quiebro a cuerpo descubierto. Con la
muleta, intentó torear bajándole la mano y consiguió algún buen
pase por el pitón derecho. Lo intentó también al natural, pero el
astado tenía un recorrido mucho más corto. La más de media estocada
que propinó al toro no fue suficiente para que éste doblara y los
cuatro descabellos le privaron de conseguir algún trofeo, aunque
recibió una gran ovación que correspondió desde el tercio.
«Morante de la Puebla», que también debutaba en el coso
palmesano, anduvo muy torero con su pimero desde los lances de
recibo. Con la muleta, instrumentó unos profundos derechazos
bajando la mano y ligando con el de pecho. Al natural consiguió con
esfuerzo algún muletazo destacable. Su buena labor, refrendada con
los aplausos que recibió a pesar de pinchar, se vio oscurecida tras
otros dos pinchazos. Un descabello acabó con la vida del animal y
su labor fue silenciada.
En el cuarto de la noche, segundo del lote de «Finito», el
diestro lo intentó ante un animal muy soso que cabeceaba y que
embestía con la cara siempre arriba. Tras tres pinchazos, no quiso
volver a entrar a matar y al segundo descabello finiquitó al
animal. Su labor fue correspondida con división de opiniones. Con
el que cerró plaza, Morante volvió a estar muy torero, siempre por
encima de su enemigo, y logró una buena estocada que le valió una
oreja.
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