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Miquel Barceló y la Fundació Art a la Seu firmaron ayer el contrato que regirá la actuación del artista en la Catedral de Mallorca. Desde aquí nos hemos de felicitar por que el arte contemporáneo entre en esa joya arquitectónica, orgullo de todos los mallorquines. Muy mucho se ha cuidado la Iglesia de Mallorca de que con Barceló no se repitiera lo sucedido con Joan Miró, cuya propuesta de actuación fue vetada. Pero no cabe duda de que los promotores del proyecto han asumido, además de una gran responsabilidad, un cierto riesgo. La presentación de la maqueta realizada por el artista permite que se abra un debate crítico acerca del acierto o no de las ideas que Barceló plasmará en la Catedral.

Al margen de las opiniones que se susciten, a favor o en contra, el miedo a repetir el ridículo que se hizo con Miró ha provocado que se cediera a demasiadas pretensiones del marchante de Barceló. Y es que el contrato que se acaba de conocer tiene muchos puntos oscuros "una situación, la de falta de transparencia, que ha acompañado el proyecto desde su inicio". Uno de estos puntos es el de los pagos. Éstos se efectuarán a Bischofberger y ni él ni Barceló tendrán que dar cuenta de cómo los gastan, pese a que buena parte del presupuesto proviene de las arcas públicas.

Otro aspecto que debería aclararse es el de los honorarios de Barceló. ¿Por qué el artista manifestó que no cobraría cuando en el contrato se estipula que recibirá honorarios? Además, en ningún momento se especifica a cuánto ascenderán éstos, aunque sí deja claro que el pintor «regalará» una serie de piezas de mobiliario. También llaman la atención otros aspectos: que el contrato no detalle dónde se deben realizar los pagos y que Barceló se reserve el derecho a autorizar cualquier reproducción que quiera hacer el Capítol de la Catedral de su obra. Unas cuestiones que, dada la trascendencia del proyecto, deberían aclararse ante la sociedad mallorquina.