La última huelga general en este país se celebró en junio
pasado. Han transcurrido más de tres meses y ahora se anuncia una
movilización sindical para mañana en Madrid y una reunión entre el
nuevo ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, y los sindicatos el
próximo lunes, cuando el texto todavía no ha entrado en su
tramitación parlamentaria. Una contradicción que podría muy bien
haberse evitado tiempo atrás.
Porque los últimos tiempos han sido los del «rodillo»
gubernamental, en los que el Ejecutivo de José María Aznar con su
mayoría absoluta ha preferido prescindir de las opiniones ajenas
para lanzarse en picado hacia decisiones muy discutidas por la
ciudadanía.
El «decretazo» es una de ellas y aunque el Gobierno se empeñó el
20-J en decir que «no hay huelga», lo cierto es que cientos de
miles de españoles se sintieron agredidos por el recorte de algunos
de sus derechos relacionados con el desempleo.
Ahora Zaplana estrena un nuevo talante en el Ministerio de
Trabajo y abre sus puertas a los sindicatos, aunque quizá las
expectativas creadas sean ilusorias. El «decretazo» tiene todavía
pendiente su paso por el Parlamento y quizá ahí el grupo
mayoritario se avenga a «flexibilizar» los puntos más conflictivos
de la reforma.
Los empresarios "con su presidente, José María Cuevas, a la
cabeza, desde Palma" abogan por mantener intacto el espíritu de la
reforma, puesto que les supone ahorrar costes en los despidos.
Al final lo que importa es que cientos de miles de personas
sufren en nuestro país situaciones angustiosas provocadas por el
desempleo y en nada les beneficia una «guerra» abierta entre
sectores. Una vez más, el diálogo y la negociación se imponen.
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