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La facilidad con la que ejecuta sus rápidos e impecables movimientos sobre el trapecio la sitúan como una de las mejores trapecistas del momento en el mundo circense. Diana Kalamanya nació en Rusia hace 26 años, y desde el inicio de su existencia, su vida ha estado ligada al circo. No conoce otra forma de vida y tampoco le interesa. Sus padres la llevaron con ellos desde los cinco meses a recorrer el mundo bajo la carpa de los sueños. Ahora, lleva un año con el Circo Williams, que hasta el 17 de noviembre permanecerá en Palma.

Sus compañeros de fatigas la describen simplemente como la mejor. Dicen que si una trapecista 'normal' necesita horas de preparación física y de ensayos, Diana, algo perezosa, sólo entrena media hora diaria consiguiendo un excelente resultado. ¿El secreto?, nadie lo sabe, aunque muchos se aventuran a asegurar que se trata de un don; una cualidad innata que sólo poseen algunos afortunados. También le favorece su delicado cuerpo, de discreta estatura y peso pluma.

Se inició en el mundo del trapecio a los 15 años, atraída por las emociones fuertes, los altos vuelos y el peligro que entraña. Confiesa que para conseguir el éxito, trabajar en las alturas es un punto más que si se escenifica en la pista. El riesgo es una excitante sensación para ella, aunque aclara que no se ha acostumbrado a él y no lo hará nunca porque «siempre hay que ser consciente del peligro que entraña subirse a un trapecio, porque te enseña a valorar tu trabajo». Su movimiento favorito es el pasaje de talón, que es el plato final de su espectáculo.