Los caballistas unieron sus fuerzas en su peregrinación a Palma

Eran cerca de las ocho y media de la mañana cuando poco más de 150 vehículos, cuya mayoría iban con remolque, ya se habían concentrado frente a las puertas del hipódromo «manacorí» esperando la salida. El ambiente que se respiraba era inmejorable. Había llegado la hora de levantar la voz y demostrar que ya no creían en falsas promesas, y todos, propietarios y jockeys, esperaban impacientes el momento.

Mientras llegaba la hora, los organizadores repartieron banderas amarillas donde podía leerse: «Salvemos el trot». Cada uno de los manifestantes las colgó en sus vehículos, donde también podían verse pancartas diciendo «Salvemos el mundo del trote y a nuestro amigo el caballo, una herramienta de trabajo si nos dan la Lototrot» o «Antich, mentiroso» y «Zapatero, a sus zapatos».

A las nueve en punto, grandes y pequeños se acomodaron a los diferentes vehículos e hicieron sonar unos cláxones y silbatos que aumentaban su intensidad a medida que se iban acercando a Palma.

El entusiasmo por el éxito de la iniciativa, así como las mismas ganas de llegar a Palma para disfrutar del punto más alto de la fiesta, provocaron que los primeros vehículos de la comitiva impusieran un ritmo muy fuerte y sólo seis remolques pudieran seguirlo.

El corte fue momentáneo porque, aprovechando la siguiente rotonda, los manifestantes dieron paso a los «intrusos» para volver a unir todos los vehículos, que, en las cuestas de Xorrigo, llegaron a provocar colas de hasta cinco kilómetros. Aparte de estas retenciones, junto con las provocadas en cada una de las rotondas que se encontraron en su camino, la caravana llegó a Palma sin incidentes destacables.