El pasado 23 de noviembre moría en Civitavecchia, a los 92 años
de edad, el considerado como último gran surrealista: Roberto
Matta. Según los datos oficiales, había nacido en Santiago de Chile
en noviembre del 1911, aunque él aseguraba que había sido en 1910.
Algo parecido sucedía con nuestro gran artista Juli Ramis, que en
muchas biografías figura que había nacido el 1910, pero él
aseguraba que la fecha exacta era 1909. ¿Se trata de un tema de
coquetería para que la gente les comentara que parecían más
jóvenes? Sólo éllos podrían contestarlo.
En 1932, una vez finalizados sus estudios de arquitectura
-ciertas biografías señalan que nunca los terminó- se trasladó a
París, donde trabajó para Le Corbusier. Conoció a Picasso y
posiblemente por la influencia del malagueño visitó Rusia, aunque
nunca se afilió al partido comunista. En 1937 realizó los primeros
cuadros surrealistas. Por mediación de Salvador Dalí conoció a
André Breton, quien le dijo: «Tú eres un surrealista», aunque años
después, en 1948, el mismo Breton le expulsó del grupo «por
ignominia moral y descalificación intelectual». Fue readmitido en
1959, aunque él mismo señaló que nunca había sido surrealista.
Curiosamente, años después Joan Miró, en Palma, decía que él no
era surrealista y que si tenían que calificarle lo hicieran como
«Mironiano». Matta señalaba que en todo caso se le podía calificar
como ilustrador de lo absurdo.
No se sabe exactamente, pero es muy posible que fuera antes de
su primer viaje a París, cuando viajó a España por primera vez,
donde conoció y alternó con los poetas Rafael Alberti y Federico
García Lorca. El que fuera gran crítico e inolvidable amigo, Sir
Roland Penrose, también amigo del artista, en cierta ocasión, en la
casa de Miró, me decía que los primeros años de Matta en Europa
estaban llenos de contradicciones, ya que en las mismas fechas se
le podía encontrar en España, en Inglaterra, donde conoció a Henry
Moore, en Francia o en los países escandinavos.
Del gran pintor chileno, el ministro de Asuntos Exteriores
francés, Dominique de Villepin, dijo con motivo de su muerte:
«Artista exuberante, arquitecto de formas, poeta, pintor, escultor,
vivió su época con la amistad de Tanguy, Max Ernst, Dalí, Miró,
Breton, Picasso... siempre dentro de la efervescencia y el bullicio
del mundo». Creo que el ministro acierta perfectamente en su
definición, ya que Matta, a través de sus obras, reflejó los
movimientos políticos y cambios estructurales en la vida del siglo
XX que le afectaron directa o indirectamente. Así, por ejemplo, en
el año 1952, con motivo del proceso de Julius y Ethel Rosenberg,
que fueron condenados a muerte, pintó la serie «Las rosas son
bellas», obras dedicadas al matrimonio; en 1964, debido al
fusilamiento del dirigente comunista Julián Grimau, realizó una
inmensa composición de nueve metros de largo titulada «Las
incongruencias del desorden»; en 1973, tomó una posición muy fuerte
contra el golpe de estado de Pinochet en Chile, lo que le provocó
el exilio. Por este motivo señaló que el exilio había determinado
toda su vida entre dos culturas, y que su trabajo era de
separación. Mucho antes, en 1941, y con motivo de un viaje a Méjico
con su amigo Motherwell, asistió a la erupción del volcán
Paricutín. Esta experiencia le inspiró la serie «El corazón y el
hombre».
Entre las grandes obras de este artista destacan los grandes
murales que realizó para la Universidad de Santiago de Chile y la
del edificio de la Unesco en París. En estas obras queda
perfectamente reflejado su estilo abstracto con elementos de
automatismo psicológico que ejercieron una gran influencia en las
obras de Gorki y Motherwell. En España tuvimos la gran suerte de
que sus dos últimas grandes exposiciones antológicas se realizaran
en Barcelona, en la Fundació Caixa de Catalunya, y en Madrid, en el
Museo Nacional Reina Sofía. Esto ocurrió hace sólo tres años. El
artista asistió a ambas inauguraciones y estuvo vivaz, lúcido y
pleno de vida en las múltiples entrevistas que se publicaron en los
principales medios de difusión de las citadas capitales. Recuerdo
que entre otras muchas interesantes ideas sobre el arte y los
artistas del siglo XX, dijo que en la actualidad existían muy pocos
artistas de verdad y sí mucho automatismo. Declaró también que, a
sus 90 años, estaba dispuesto a emprender la época pictórica mas
importante de su vida, ya que en ella se reflejaría todo lo que
había aprendido durante sus muchos años de dedicación al arte.
En mi opinión, no ha muerto sólo un gran pintor, sino también un
gran poeta. Sus morfologías psicológicas, además de su carga
política, siempre tenían un halo de poesía, como lo tenían también
todas las obras de Miró, aunque el chileno en cierta ocasión
señalara: «Yo hago pinturas mil veces más interesantes que las de
Miró, y con muchas más ideas». Unas afirmaciones con las que no
podemos estar de acuerdo en absoluto, aunque estas palabras estaban
dichas por un Matta muy joven, de sólo 27 años, y como es sabido la
juventud no tiene problemas a la hora de realizar comentarios más o
menos altisonantes.
(*) Presidente del Grup Serra
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