Es lo que tiene eso de ser alcaldesa, que de vez en cuando
tienes que ir al fin de la tierra un par de horas para ver cÓmo se
desloman los voluntarios quitando chapapote, y comprobar por su
propia cuenta que el horror que cada día tratan de explicar los
medios de comunicación es mucho más de lo que uno puede llegar a
entender. Hay que verlo. Y eso es lo que vio Margarita Nájera ayer
en la costa de Camariñas.
No había parado de llover en toda la noche. A las 10 de la
mañana la panza de burro posada sobre la zona en donde están los
voluntarios isleños no dejaba de soltar agua. Menos mal que el
viento había amainado y el mar se hallaba en calma; una calma con
olas de más de tres metros. Pero esa contingencia climática no los
frenó, pero esta vez su lugar de destino era la Coenda Pequena,
junta a la del día anterior. Por la noche, esa segunda playa, que
en la víspera estaba casi limpia, se había llenado de chapapote,
ese que dicen que se «evapora cuando llega a la superficie» El
trabajo fue mucho más duro que la jornada anterior. Pero cuando
llegó la alcaldesa, lució el sol. «Tenemos que aprender de esto.
Está muy bien que vengan voluntarios y que trabajen, pero luego no
hay que permitir que esto vuelva a pasar. Lo que ocurre es que
parece que tenemos la inteligencia en el culo», exclamó la
indignada alcaldesa.
A Margarita Nájera no le preocupa si dicen que ha ido a Galicia
a hacerse la foto. «Me importa un rábano. Yo he venido a ver a la
gente de Calvià y a entrevistarme con el alcalde de Camariñas para
determinados proyectos de colaboración». Pero en su visita a la
costa le acompañaba el incansable Alonso, el concelleiro que
siempre está a punto para solucionar cualquier problema.
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