Además de llevar a cabo una loable acción en bien de la ecología, reciclan las piezas servibles, dándoles una nueva vida útil.

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A medida que la tecnología avanza las empresas cambian los sistemas informáticos y se adaptan a las novedades que van surgiendo en el mercado de la mano de la última generación tecnológica, o, al menos, así tendrían que hacerlo para seguir el ritmo del futuro que, queramos o no, se va imponiendo con fuerza. El problema aparece no sólo en empresas, sino también en particulares, cuando se plantea la necesidad de comprar un nuevo equipo informático y se impone la obligatoriedad de deshacerse del viejo. En ese momento nos preguntamos qué hacer con el ordenador obsoleto y todos sus accesorios, que han quedado fuera de uso.

En Mallorca se calcula que se tiran a la basura trescientos mil kilos al año de residuos de material informático que no sólo resulta aparatoso, sino algo mucho peor: altamente contaminante.

Tirarlo al contenedor más próximo de basura o dejarlo en la acera para que el primer interesado o gamberro lo destroce son las alternativas más fáciles y, sobre todo, más frecuentes entre los ciudadanos digamos «poco cívicos».

Para afrontar esta situación, desde hace un año en Palma existe un «cementerio» de ordenadores y aparatos electrónicos situado en una nave del polígono de Son Castelló.

Tres jóvenes, Roberto, Juanjo y José, tuvieron la iniciativa de crear una empresa dedicada al reciclaje de componentes electrónicos y además de llevar a cabo una loable acción en bien de la ecología, reciclan las piezas servibles, dándoles una nueva vida útil.

Los componentes tóxicos los envían en contenedores adecuados a Barcelona o al País Vasco, donde empresas especializadas se encargan de gestionar y tratar esos componentes peligrosos para que dejen de ser una amenaza para la salud y para el medio.

De esta forma, nada inconveniente va a parar a los vertederos usuales y los expertos entregan un certificado de reciclaje con el cual pueden autentificar la gestión de sus equipos en vista a las certificaciones ISO. Toda esta chatarra electrónica tiene además un coste económico muy reducido, puesto que R.C.E cobra tan sólo 0'35 céntimos de euro por kilo del material retirado.

En el gigante almacén del polígono industrial todo el material está debidamente ordenado y en él se hallan depositados cientos de pantallas de ordenador, impresoras, módems, teclados, etcétera, que disfrutan plácidamente de su jubilación a la espera de encontrar nuevos destinos gracias al reciclaje.

Julián Aguirre