Ha empezado la guerra. Una hora y media después de que expirara
el ultimátum de Bush, empezó el primer ataque aéreo contra Irak. No
fue un bombardeo masivo. Lo de la madrugada de ayer fue solamente
una tímida tentativa de «cazar» a Sadam Husein. Con la primera
oscuridad nocturna, se repitieron los bombardeos, esta vez sobre
edificios oficiales. Como ocurriera en la primera Guerra del Golfo,
las imágenes que ofrecían todas las cadenas de televisión eran las
del cielo de Bagdad, con las luces de los reflectores, el fuego de
la artillería antiaérea y los impactos de los misiles. Y,
prácticamente, al mismo tiempo, comenzaba la ofensiva terrestre,
cruzando la frontera sur de Irak las tropas norteamericanas y
británicas.
En los primeros momentos hemos escuchado toda clase de
declaraciones, la mayoría sin más sustancia que la mera propaganda
lanzada al aire para minar la moral de los agredidos. Que la
contienda puede ser larga y difícil, parece más bien un mensaje
para los iraquíes que para Occidente. Y que esta guerra tendrá
graves consecuencias, como aseguró Chirac, tampoco es una frase
para la posteridad.
Al final, lo que importa es lo que está ocurriendo ya y lo que
todo esto puede generar de cara al futuro. En España la situación
política es muy tensa. Aznar afirmaba que no hay espacio para la
neutralidad ni para la indiferencia. Y así lo ha entendido una
inmensa mayoría de los españoles. No son neutrales, ni
indiferentes. Todo lo contrario. Han adoptado una postura activa y
claramente contra la guerra. Hacía tiempo que no se veía una
movilización de estas características. Pese a todo, Bush ha dado el
primer paso. Ahora sólo queda desear que todavía se puedan producir
hechos, como el exilio de Sadam o un golpe de Estado, que eviten un
baño de sangre.
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