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El Pacte de Progrés no ha podido sacar adelante en estos cuatro años un total de diez leyes que han decaído como consecuencia del 'cierre' del Parlament. El último periodo de sesiones de la legislatura ha acabado sin que finalice la tramitación de estos diez textos, por lo que, si el próximo Govern quiere volver a presentarlos, deberá iniciar de nuevo todo el proceso de tramitación, desde su aprobación por parte del Consell de Govern hasta los trabajos de ponencia, comisión y pleno del Parlament.

Entre las leyes que han decaído por su falta de tramitación hay algunas tan importantes como la reforma del Reglamento de la Cámara, el proyecto de ley de crecimiento urbanístico -la ley de cupos- o la proposición de ley de reforma del Estatut.

Esta última iniciativa se encontraba todavía en un proceso tan embrionario que ni siquiera había iniciado los trabajos de ponencia. La no aprobación de la reforma del Estatut supone el incumplimiento de un mandato del pleno del Parlament, que en octubre de 2002 emplazó a los grupos parlamentarios a iniciar los trabajos para conseguir esta modificación.

Sin embargo, tal vez el símbolo de la incapacidad del Pacte para aprobar las leyes que él mismo ha presentado se encuentra en la ley de cupos. El Consell de Govern aprobó este ley en julio del año pasado y pidió que el texto se tramitara por vía de urgencia, lo que significa que la ley podía haber estar vigente desde el año pasado. Las profundas divergencias entre los partidos del Pacte han impedido la aprobación de una de las leyes esenciales para los partidos de izquierdas.

Otra ley esencial, la propuesta de reforma del Reglamento, no ha podido aprobarse a pesar de que su tramitación ya estaba finalizada y tan sólo estaba pendiente su aprobación por parte del pleno. En este caso, las discrepancias surgieron en el último momento después de que la comisión parlamentaria aprobara suprimir la «lealtad al Rey» en el juramento que deben pronunciar los diputados para tomar posesión de su cargo. El Pacte prefirió no someter el texto a votación ante la clara evidencia de que el PP votaría en contra y haría imposible su aprobación por unanimidad, una norma política no escrita que siempre se ha seguido en todas las reformas del Reglamento.