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Una familia británica residente en el Port d'Andratx vive con especial ansiedad la guerra de Irak. Philip Vane-Percy, que pertenece a una unidad de «las Ratas del Desierto», continúa en Basora, ciudad a la que él ayudó a liberar junto a su compañeros de Segundo Regimiento Real de Tanques. Su esposa, Jill, y sus padres le esperan con los brazos abiertos tras superar momentos realmente difíciles de angustia y tensión. Jill conoció a Philip, ex alumno del International School de San Agustín de Palma, en Canadá, en su calidad de reservista en el ejército de ese país. Se casaron hace 18 meses, ya tienen un hijo, y esperan a otro. «Solo quiero que mi marido regrese pronto a casa», dijo Jill, que no duda en expresar su rechazo a la guerra. «No estoy de acuerdo con ella, ya que el propio pueblo iraquí podía haber expulsado a Sadam Husein del poder, sin necesidad de una intervención militar extranjera», explicó.

Philip Vane-Percy es mecánico de la Royal Mechanical and Electrical Engineers (REME), adscrita a la 7th Armoured Brigade, las «Ratas del Desierto», que permanecen en el puerto de la ciudad de Basora, al sur de Irak. También ha servido en Bosnia y actualmente forma parte de un equipo de cuatro o cinco hombres, mecánicos, electricistas y expertos en electrónica encargados de la reparación de tanques. Dos de sus compañeros han perdido la vida en combates librados en los días pasados.

Antes de ser enviado a Irak, permaneció en Alemania. «Hablé con él tres días antes del comienzo de la guerra», explica Jill. «Le dije que estaba embarazada y se puso muy contento, aunque esa noticia coincidiera con el inicio del conflicto, algo que le preocupaba mucho, por ello, le animé todo lo que pude. Más tarde, recibí una carta suya el 19 de marzo, un día antes del inicio de la guerra, cuestión que nos pilló a los dos de sorpresa». La esposa de Philip indica que «desperté esa mañana y supe que la guerra había empezado, me quedé paralizada tras haber descubierto hace muy pocos días que estaba embarazada y que mi marido iba a participar en esa guerra» afirma Jill Vane.

Y añadió: «Bueno, es su trabajo, lo que a él le agrada hacer en esta vida y ambos sabíamos, al contraer matrimonio, que la guerra era una posibilidad más, nos pesara o no». Entonces, Jill decidió venir a Mallorca porque odiaba seguir en Alemania, sola, y angustiada con cada llamada en la puerta de casa, con su corazón dando saltos ante la posibilidad de que le comunicaran la peor noticia de todas. «Desde ese instante, solo he pensado en Philip y verlo pronto a mi lado», subrayó.