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A menudo pasan desapercibidas porque forman parte del paisaje urbano, pero las lápidas de homenaje a determinados personajes de la historia de Palma, lo mismo que en otras ciudades y pueblos, constituyen una fuente de información que nos permite conocer el ámbito en el que vivieron esas personas que por sus hechos han merecido que su nombre haya sido esculpido en piedra y puesto en la fachada de los edificios donde nacieron, vivieron o murieron. Es lógico que en el recorrido por Palma la mayor concentración de lápidas de homenaje se encuentre en el núcleo histórico, ya que la mayoría de los personajes distinguidos no llegaron a conocer lo que fue llamado «el ensanche», más allá del perímetro de las murallas.

Sin que ello suponga que el homenajeado lo haya sido por mayores o menores méritos, existen recordatorios que son auténticas obras de arte, como la que señala el lugar en el que nació el cardenal Despuig, en la fachada del casal familiar en la calle Montenegro, que contrasta con la modestia de la dedicada al poeta Bartomeu Rosselló-Pòrcel, en la calle Sant Llorenç, o la que recuerda que «Aquí estuvo la casa que fue del eminente polígrafo don José María Quadrado en la que vivió y murió a los LXXVII años en VI de julio MDCCCXCVI».

Más suntuosa es la que figura en la deteriorada fachada del casal de la calle del Vi, que recuerda que «En esta casa vivió y murió el Excmo. Señor Don Antonio Barceló y Pont de la Terra. Es Capità Antoni. Teniente general de la Marina española que en las singladuras de sus naves invictas debeló la piratería mediterránea y fraguó en la azulada infinitud de los mares un poema heróico a la España Inmortal. El Excmo. Ayto. de Palma al hijo ilustre de la ciudad para perpetua memoria de sus virtudes militares y de sus hazañas gloriosas. XX-I-MCMLXVII».

Con no menos pompa y en un estilo parecido al de la lápida dedicada al cardenal Despuig, en la calle Morey se halla como «Tributo de Palma a la imprenta del honorable Gabriel Guasp, fundada en 1579, la más antigua de Europa que sin interrupción subsiste con el mismo nombre y familia. 1931»; claro que el paso de los años hace mella y ahora el local de la antigua imprenta es un restaurante. En lo alto de la muralla en la plaza Llorenç Villalonga y mirando al mar se encuentra la casa en la que nació Antonio Maura. «A la perpetua memoria del nacimiento en esta casa del preciado hijo ilustre de esta ciudad, el estadista Antonio Maura Montaner. El Exmo. Ayuntamiento de Palma, en el primer centenario».

No siempre esos recordatorios son bien tratados por quienes deberían cuidar de la imagen de la ciudad. En la calle San Alonso está la casa en la que vivió y murió Joan Alcover. El edificio está en fase de reforma, que ha estado muchos años paralizada, y la placa sufre las consecuencias. Lo mismo que la que en la calle dels Olms nos indica que «En esta casa nació Sebastián Vila y Olaria», muerto heroicamente en Tifaruin, en 1923. Los cables y otros elementos restan gloria al heroico militar.

Sigue la lista de lápidas, como la de Joan Maria Thomás, el general Weyler, Ca La Seu y otras muchas más que podría haber si no se hubiera permitido -ahora no sería posible- retirar las placas y llevarlas a otro lugar, como jardines particulares, lo que ha sucedido muchas veces, aprovechando la reforma o el derribo del edificio en el que estaban, el traslado de los moradores u otras circunstancias. La lápida considerada más antigua se encuentra en el Museu de Mallorca, dedicada a Miquel de Petra, y fue rescatada de un hostal de la calle Sindicat por un estudiante que la descubrió. Se está preparando una propuesta para que el Ajuntament coloque otras placas dedicadas a personajes de la vida social o cultural cuya memoria se considera que debe perdurar en la vida cotidiana de la ciudad.

Pepe Roig