La neumonía atípica o el Síndrome Respiratorio Agudo Severo
(SRAS) corre el riesgo de convertirse en la primera epidemia del
siglo XXI. Las enormes facilidades de comunicación y transporte de
la sociedad moderna han contribuido sobremanera a que este
coronavirus se haya propagado con celeridad por los países
asiáticos y ha hecho que se produzcan bastantes casos, aunque no
tan numerosos, en un lugar tan distante como Toronto (Canadá).
Ahora bien, esa facilidad de comunicaciones ha permitido también la
identificación del agente infeccioso en un término realmente breve,
tan sólo ocho días, cuando para identificar al causante del sida se
invirtieron tres años, por poner uno de los ejemplos más
recientes.
Sin embargo, los avances médicos no hacen posible, según
confirman los expertos, que se elabore una vacuna en un plazo
inferior a un año y eso, con todas las reservas que requiere un
asunto tan delicado como éste.
Mientras tanto las imágenes que se asoman a las pantallas de
nuestros televisores son realmente estremecedoras. Mascarillas en
las calles de buena parte de los países mas afectados, hospitales
en cuarentena, restricción de actividades públicas, intentos de
fuga de personal médico e incluso el suicidio de un paciente
afectado por la neumonía. Hasta en España comienza a notarse un
incremento en la venta de las mascarillas.
Realmente deben adoptarse las medidas necesarias para evitar, en
la medida de lo posible, que la enfermedad se extienda más aún y
para ello es precisa la estrecha colaboración de las autoridades
sanitarias de todos los países del planeta. Pero sería bueno que se
explicara cuál es la situación real de forma clara para evitar que
los ciudadanos caigan en un alarmismo absolutamente
injustificado.
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