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Marilena Navarro puede ser el ejemplo vivo del dicho, el de que al lado de un gran hombre hay una gran mujer. Y es que Marilena es la esposa de Pep Campaner, premio Ramon Llull y ángel de la guarda de los niños que padecen esa enfermedad tan cruel -y para muchos tan desconocida- llamada noma, que deforma y que destruye, originada por la desnutrición, algo que está a la orden del día en un país tan pobre como Níger.

Y si un buen día Pep Campaner lo dejó todo para dedicarse a estos niños, su mujer, que trabaja a diario como enfermera de quirófano en Son Dureta, no le ha abandonado. Si cuando puede se desplaza a Diffa a echarle una mano, o dos, en Mallorca es su voz, que a veces es como la que clama y se pierde en el desierto de la indiferencia, pues hay que ver lo reacias que son algunas personas a la hora de ayudar, de echar una mano, con apenas nada. Pero ella no decae. Todo lo contrario. Insiste, busca, lucha por conseguir socios a 6 euros al mes con los que hacer frente a los gastos que la Fundación Campaner (www.fundacioncampaner.com) debe afrontar en Diffa (Níger) hasta donde se llega en coche, tras hacer sobre pista de tierra 1.400 kilómetros. ¿Que qué gastos son? Mantener una plantilla de 15 personas, entre ellas un médico, un cocinero, y los llamados animadores, personas que van por los poblados explicando lo que es enoma a aquella gentes ignorantes, que desconociéndolo echan de sus míseras casas a sus hijos pequeños a nada que descubren en ellos las llagas y heridas que caracterizan a este mal.

Le pregunto a Marilena, que mañana tendrá a su lado a Pep, que regresa de Diffa para ser operado en Palma, pero que antes de un mes estará de vuelta con sus niños, que cuántos socios son. «15», dice sin perder el ánimo. Eso son 90 euros al mes. «Bueno -trata de quitar importancia al dato, añadiendo- también recibimos donativos, así como ayudas de Sa Nostra, Caja de Madrid y Bancaja y del Govern a proyectos puntuales que presentamos».

Pedro Prieto