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Juan Luis Ruiz Collado

La visita a Alemania realizada por Ultima Hora a principios de abril con el objetivo de comprobar «in situ» la evolución de precios de la oferta de restauración sirvió además para pulsar el clima económico y laboral que impera en estos momentos en el principal mercado emisor turístico a la Isla. Nuremberg, Rottemburgo y Frankfurt, tras el periplo realizado durante cinco días (entre el 5 y 9 de abril), son la muestra más palpable del cambio económico que se ha producido en Alemania, que afecta principalmente al mundo laboral, puesto que el país registra ya un paro del 10 por ciento sobre la población activa: 4'6 millones de alemanes se encuentran en estos momentos en paro, la tasa más elevada desde la Segunda Guerra Mundial.

Si en Nuremberg y Rottemburgo la situación está un poco mejor por ser ciudades con unas características muy peculiares, en Frankfurt se aprecia en toda su magnitud la actual coyuntura económica adversa por ser un enclave industrial de primer orden: en sus alrededores se encuentra la fábrica de la Opel. En Nuremberg, con un cuidado casco histórico, la actividad ferial está paliando la crisis, puesto que su moderno recinto ferial, de 250.000 metros cuadrados, aglutina a lo largo del año unas 23 ferias, que canalizan más de un millón de visitantes, con el consiguiente impacto económico en la ciudad, que cuenta con 500.000 habitantes. El hecho de ser una capital con precios de pueblo, también ayuda, en opinión de la Oficina de Turismo de Nuremberg. Sin embargo, un paseo por la ciudad demuestra que las ofertas y descuentos proliferan por todos los comercios, hasta en la tradicional y conocida mundialmente Marktplatz ('Plaza del Mercado') por su mercadillo navideño (Christhindelesmarkt) y por los populares pan de especias lebruchen. Los niveles de ventas han bajado de forma considerable y el efecto del euro, tras la adecuación realizada a lo largo de 2002, todavía se nota, por lo que las quejas de los consumidores son recogidas por la prensa local ante algunos precios desorbitados.

Desde Nuremberg a Rottemburgo se tardan uns tres horas por carretera, dependiendo de las retenciones de tráfico, y en las proximidades de Rottemburgo ya se puede ver su fisonomía medieval en toda su amplitud. Los dos millones de visitantes que recibe al año, pese a tener sólo la ciudad 12.000 habitantes, lo dicen todo sobre su atractivo turístico. Ciudad cara por antonomasia, de ahí que no extraña que los lugareños opten por ir a comer y cenar en los pueblos próximos. Un paseo por esta maravillosa ciudad al lado del río Tauber y con una buena selección de restaurantes para hacer acopio de fuerzas, le devuelve uno al medioevo, aunque la grafía japonesa resulte un tanto anacrónica en menús y carteles. Curiosamente, los responsables de la Oficina de Turismo reseñan que a diferencia de la ecotasa balear, que sólo se cobra en la oferta de alojamiento turística, «aquí, está estipulado desde hace muchos años que todas las empresas y comercios paguen un 0'2% de todo su volumen de ventas anual como kurtaxe, para así no perjudicar al turista», afirman.

De camino a Frankfurt, elegimos la denominada ruta Romantische Strabe, plagada de pueblitos de ensueño y perfectamente cuidados. Frankfurt asombra por su Skyline y su centro financiero, el más importante de Alemania por contar con el Banco Central Europeo, la Bolsa y un conglomerado de modernísimos edificios que cuentan con la Main Tower con su principal bastión. Es una ciudad para pasear. Desde la estación de tren camino a la Oficina de Turismo, iniciamos el periplo al famoso Fressgass (la milla culinaria de la ciudad) y de la elegante Goethestrasse, donde Camper se codea al lado de Bulgari, Chanel, Versace y ese largo etcétera de marcas de moda estelares.

De camino a la plaza Römer, tras pasar por la popular zona peatonal de Zeil, donde se encuentra la principal zona comercial, es entonces cuando nos topamos con un rosario de carteles ofreciendo descuentos, ofertas y precios en restaurantes, bares, cafeterías, tiendas de electrónica, telefonía móvil y resto de comercios. Los empleados y propietarios, pese a esta estrategia, indican que los niveles de producción están bajo mínimos, salvo en los puestos de salchichas y de «apple wine» (vino de manzana), que tiene en la zona turística de Sachsenhausen su auténtica catedral. En Nuremberg, Rottemburgo y Frankfurt pudimos oir siempre lo mismo: «Gracias al euro, pese al impacto de su entrada, la economía alemana no está en quiebra, porque con el marco vigente a buen seguro que se hubiera devaluado».