Las playas de la localidad se llenaron de actores que improvisaron una batalla campal entre cristianos y moros. Foto: TOMÁS MONSERRAT

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Los vecinos de Sóller no olvidan. Y por eso cada año rememoran con tintes festivos unos acontecimientos que, en realidad, resultaron trágicos. Ocurrió hace 442 años y, para los sollerics, la victoria del capitán Angelats tiene toda la fuerza del presente. No en vano, cada segundo fin de semana de mayo la localidad del valle se viste de fiesta, de alegría y de los primeros calores de la temporada para reproducir unos hechos tremendos acaecidos en aquellos tiempos, tan lejanos, en que la pacífica existencia de los paisanos se veía amenazada constantemente por los sarracenos, deseosos de conseguir las riquezas del pueblo. Ayer, como no podía ser menos, el tiempo lució espléndido y los habitantes de la ciudad, además de muchos turistas y mallorquines llegados de otros puntos de la Isla, se volcaron en la celebración.

Por la mañana se registraron algunos disparos de trabucos de algunos participantes, que molestaron a los vecinos de la plaza, lo que obligó a la policía a incautarse de ellos. Los actos dieron comienzo a las diez de la mañana con la ofrenda floral al monumento erigido en honor de los héroes del 11 de mayo, siguió con una misa a la que asistieron las Valentes dones. Pero el grueso estaba por llegar. Minutos después el capitán Angelats se encomienda a la Mare de Déu de la Victòria antes de animar a los paisanos que se enfrentarán a una dura batalla. Poco después la cita es en la playa de Can Generòs, donde los sarracenos intentan desembarcar, sin contar con el valiente y decidido arrojo de los sollerics, que logran repeler el desembarco. Sin embargo, los moros no se dan por vencidos e intentan de nuevo el asalto, esta vez desde la playa den Repic, donde logran hacer realidad sus intenciones, hasta que se topan con los vecinos en el Pont den Barona. Conseguidos algunos de sus objetivos, los sarracenos se creen vencedores y el líder llega a la plaza para tomar posesión de las instituciones y proclamar su victoria. Pero no cuenta con el afán de los vecinos por defender lo suyo y, finalmente, arengados por el capitán Angelats, luchan de nuevo y vencen definitivamente al enemigo.

Después de toda una jornada de batallas, llega la recompensa, aun a costa de ver el pueblo saqueado y destrozado. El capitán proclama la victoria sollerica y da las gracias a la Virgen, por la ayuda prestada. Vecinos y autoridades entonan entonces La Balanguera y trasladan la imagen de la Mare de Déu de la Victòria hasta el hospital, acompañada por los personajes históricos. Una historia que, no por repetida, se vive con menos pasión. En opinión de algunos, con demasiada, pues el consumo de alcohol suele ser excesivo en ocasiones.
Mari Vázquez