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Aeropuerto de Tindouf, sur de Argelia, 01.00 horas del día 20 de mayo. Un grupo de 140 personas espera ejeep que les llevará hasta la wilaya de Ausserd, una de las cuatro provincias del pueblo saharaui en el exilio. La mayoría ha acudido para conmemorar el 30 aniversario del Frente Polisario. Otros, han venido para conocer la dura realidad que viven los cerca de 200.000 saharauis que habitan en la zona del Sáhara conocida como Hamada, cuyo significado es «Mucho frío o mucho calor», un lugar inhóspito que en pleno agosto puede llegar a alcanzar los 50 grados. Entre los visitantes se encuentra la Associació d'Amics del Poble Sahrauí de les Illes Balears y el Fons Mallorquí de Solidaritat i Cooperació.

«Los saharauis viven en unas condiciones duras que sólo han superado gracias a la ayuda internacional y a su extraordinaria capacidad de resistencia y de organización», asegura Victòria Català, presidenta de la asociación, durante la espera. Mientras, parte de la Selección Vasca de Veteranos, que ha acudido para jugar un partido amistoso con el equipo saharaui Amal, ha decidido cantar para pasar el rato. Después, los mallorquines se animan y entonan «La Balanguera». Entre el grupo se encuentra Carles Ripoll, miembro del Parlamento Europeo, que ha ido hasta Ausserd como representante del Partido Popular europeo y del Partido Popular español. «Queremos transmitir al presidente del Frente Polisario y de la República Àrabe Saharaui Democrática, Mohamed Abdelaziz, nuestra intención de que se llegue a un acuerdo entre las dos partes en conflicto siempre y cuando se respete el derecho internacional», afirmó el político mallorquín. Además, «desde nuestro grupo parlamentario lucharemos para que las ayudas humanitarias aumenten».

Los jeeps hacen acto de presencia tras cerca de una hora de espera. Después de otra hora conduciendo por el desierto, los visitantes llegan a Ausserd y son conducidos hasta las casas de adobe o las jaimas de las familias que les acogerán durante los dos días de celebración. «Me ha impresionado el recibimiento, la hospitalidad y el respeto de los saharauis, conservan unos valores que nuestra sociedad ha olvidado», dice el mallorquín Jaume Vicens. Es la primera vez que visita los campamentos de refugiados. Decidió venir para «conocer de primera mano las condiciones en las que viven», unas condiciones que considera «inhumanas». Por la mañana, tanto los visitantes como los saharauis acuden a ver los desfiles militares que conmemoran el treinta aniversario del nacimiento del Frente Polisario. Jóvenes, no tan jóvenes, niños y mujeres desfilan con sus mejores galas. Los tanques, los misiles y las tanquetas, la mayoría con bastantes años encima, también ocupan su lugar.

Mientras, espeaker anima a los presentes en árabe y, en ocasiones, en castellano. «Queremos la paz» o «El pueblo saharaui todavía lucha por su causa» son sólo algunas de las frases que se escucharon.
«¿Eres de Andalucía? Yo estuve en Cádiz». Muchos de los niños saharauis han estado en alguna ocasión en España. Por eso, cuando ven a un extranjero, le preguntan de dónde es para enviarle saludos a la familia que les acogió. En Mallorca, el programa «Vacances en pau» trae, cada año, a un grupo de niños. «Da la oportunidad de que los más pequeños puedan disfrutar de unas vacaciones en unas condiciones climáticas y alimentarias mejores», explicó Victòria Català. Como Ibrahim, un joven de diez años que ha estado en Zaragoza dos veces. «Lo que más me gustó fueron las piscinas». Para este año, le gustaría ir «a un sitio con mar» como Mallorca.

«Tengo ganas de ir porque en verano hacia demasiado calor».
Después de los desfiles le tocó el turno a los discursos. Mohamed Abdelaziz reclamó «el derecho del pueblo saharaui a la libre autodeterminación» y pidió que España jugara «un papel más relevante». El enviado argelino, mucho más beligerante, dio dos salidas al conflicto: «La libertad se conseguirá pacíficamente o a través de la guerra». En los campamentos de refugiados no hay luz eléctrica y el agua escasea. A través de placas solares que conectan a baterías de coches consiguen luz para encender algún fosforescente, enchufar alguna nevera o alguna televisión. «Son personas capaces de aguantar el sufrimiento con una humanidad maravillosa», afirmó Fernando Bestard, un mallorquín que acudía por segunda vez al Sáhara.

La humanidad se ve «reflejada en la familia que te acoge», una familia que se desvive por el visitante. Vivir en pleno desierto no es fácil pero los saharauis se han adaptado al sol, al calor y a estar lejos de su hogar. Para Català: «Es ejemplar ver que, con tan pocos recursos, han sido capaces de escolarizar a toda una población y de crear una infraestructura sanitaria y social básica».

Laura Moyà (enviada especial)