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PEDRO PRIETO
Con la palabra tranquilidad podríamos resumir lo que dio de sí la jornada de ayer. Tranquilidad, fresquito y lluvia, aunque poca, que empezó a caer después de mediodía. Ello se tradujo en un 25-M con las playas (con bandera roja en sus mástiles) vacías y los colegios electorales llenos. Desde luego más que en otras jornadas electorales de antaño. ¿A quién benefició eso? Seguramente, quienes pierdan dirán que a los ganadores. Y es que siempre algo ha de tener la culpa.

Recorrimos quince o veinte colegios, desde final de la Platja de Palma a Cas Català, pasando por el Pont d'Inca, en uno de cuyos colegios, ubicado en un centro escolar, una franja en negro, con eNo a la guerra en rojo, recorría toda la pared, y en frente, aunque no tan grande, el de Nunca mais. En dicho centro vimos a un joven que llegaba a votar y al que acompañaba su hermano, Sergio, vestido de marinero, pues acababa de hacer la Primera Comunión, y a un par con pegatinas de No a la guerra haciendo cola para votar en una mesa cuya presidenta es de color, pero tan española como cualquiera, pues aunque nacida en Guinea Ecuatorial, reside en Mallorca desde hace más de 35 años. Por tanto, de casa.

Camisetas
En s'Escorxador no dejaron de entrar votantes desde primeras horas de la mañana. Nos llamó la atención ver a una pareja con un niño metidos en camisetas en las que se podía leer, por delante, Ten memoria, y por detrás los No a la guerra y Nunca mais, y a otros tres votantes con otras tantas camisetas con eNo a la guerra, con paloma de la paz incluida.

Hay que reseñar que como a algunos no les había llegado la información desde la Junta Electoral indicando dónde debían de votar, tuvieron que preguntar en las mesas. Lo mismo sucedió en el Coll d'en Rebassa, donde, además, como ampliaron el número de mesas de la vieja estación en detrimento de las que había otros años en el colegio público, muchos, pensando que era ahí, fueron a votar y se encontraron con que debían ir al otro sitio. Por cierto, en el colegio de la vieja estación no querían dejar votar a una señora aquejada de alzhéimer. Lo curioso es que en la mesa en que debía votar estaba su hija. «No la dejan -dijo el marido- porque mi hija es del PSOE y sabe que su madre va a votar al PP». Al final, tras una consulta que hizo el interventor del PP, pudo votar. En el colegio de Santa Catalina se encontraron junto a las papeletas fotocopias de imágenes durísimas de la guerra de Irak. La presidenta de mesa las retiró y levantó acta.

En el colegio ubicado en el Servicio Meteorológico, donde nos encontramos a Marily Coll votando -«he viajado ex profeso desde Madrid para hacerlo», nos dijo- los interventores del PP y PSOE se quejaban de que «alguien», en las cabinas, ocultaba las papelelas de uno y otro, o las tiraba al suelo.

A mediodía, aprovechando el bajón, los miembros de las mesas (cada uno percibe 52,29 euros, comida incluida, más cinco horas libres en la jornada de hoy) y los informadores tanto del Govern como de la Delagación de Gobierno (cada uno cobra 100 euros) se fueron a almorzar por turnos.