Los dos bomberos de Palma, pertenecientes a «Bombers sense
fronteres» y tres miembros de Protección Cívil, regresaron a sus
bases con la satisfacción del deber cumplido, aunque con las manos
vacías, ya que en la zona que les asignaron en Argelia (Boumerdes y
el Corso) no hubo posibilidad de rescatar vivo a nadie. «Y nosotros
íbamos allí con esa misión, la de recuperar supervivientes, pues
los muertos, desgraciadamente, muertos estaban». De los cinco
bomberos, dos de ellos ya tenían experiencia en tragedias similares
-Nicaragua y Turquia-, los otros tres se estrenaban, y a decir
verdad a todos les hubiera gustado regresar con otros
resultados.
A poco de llegar a la zona de la tragedia se percataron de que
allí pocas cosas se podían hacer, puesto que las casas se había
desplomado, no lateralmente sino que los pisos habían caido sobre
los pisos, a modo de sandwich, emparedando a las victimas. «Por
ello -nos comentó el jefe de la expedición-, seguramente habrán
muchos más muertos de los que oficialmente constan».
Biel Rosselló, de Protección Civil, señala que de todos modos el
rescate, dado como quedaron las casas, repetimos: planta sobre
planta, «hubiera sido muy difícil». Cuenta también que en una
ocasion, a instancias de un padre deseperado cuya hija había
quedado atrapada en el sótano de una vivienda, una panadería,
intentaron llegar hasta ella abriendo dos agujeros, pero no fue
posible seguir. Al decir que abandonaban, «pues según pudimos
detectar a través de los equípos de busqueda, allí no había el
menor indicio de vida», fue tal el enfado de la gente que seguían
las operaciones de rescate, que los mallorquines tuvieron que darse
cerca de dos horas más, intentándolo, «pues estaba claro que no nos
hubieran dejado marchar». Por dos veces intentaron entrar a través
de las estrechas grietas que quedan ente las plantas superpuestas.
«Atados con una cuerda, lo intentábamos reptando, sin saber lo que
te ibas a encontrar delante, quitando los escombros que nos
encotrábamos, que sacábamos como podíamos por debajo de nuestro
cuerpo y luego los empujábamos con los pies hacia afuera. Pero
enseguida te dabas cuenta que seguir era imposible, y que como te
pillara allí dentro una réplica, no salías».
Pedro Prieto
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