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El llano de Guadalajara y el México lindo y querido de Ramón y Alberto, 20 y 15 años respectivamente, hablarán menorquín en breve tiempo. Al menos aquella gente, -«ahí es mucha dice Alberto»- que siente pasión por los caballos y ellos son su fuente de expresión. Don Baltasar Tirado, propietario de un laboratorio farmacéutico, es uno de esos hombres que cambió la moto por el caballo y ha hecho de los equinos un modo de entender el mundo y una forma de aproximarse a las culturas que viven en él.

Tanto es así que ha encomendado a Ramón y Alberto, dos de sus más fieles mozos de cuadra, la misión de cruzar el charco e importar la doma menorquina a los valles de Jalisco. Comenta Ramón que «estábamos un día en las cuadras con el señor Baltasar, cuando de repente descubrimos en la revista Ecuestre un reportaje de la doma menorquina realizado en Es Migjorn. Alberto y yo nos entusiasmamos y Baltasar nos invitó a viajar para aprenderla y luego enseñarla a nuestra gente».

Y el destino, tras varios tumbos por las Federaciones Española y Balear y merced al empeño de Arturo Soria, la mano derecha de Baltasar, fue el Club Hípic Sa Creueta que regenta Tóbal Camps. «Llegaron con muchas ganas de aprender y no nos han defraudado. Trabajan muy bien y en pocos días conocieron los pasos básicos de nuestra doma». No es para menos. Alberto, que anteriormente había mejorado sus conocimientos de clásica en Albacete, atesora, pese a su corta edad, un brillante curriculum. Uno de sus últimos triunfos fue el tercer puesto de funcionalidad en el Nacional de clásica con el caballo Ravel. Ramón, más jovencito, nunca antes cruzó el charco, pero sin duda sus dotes de jinete harán que esta no sea su última vez.

Texto: Joan Martí