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Cuando ha transcurrido ya una semana desde las pasadas elecciones autonómicas y municipales, ya se ha comenzado a definir cuál va a ser la posición de todos y cada uno de los partidos políticos. Evidentemente si alguien ha salido reforzado en Balears es el Partido Popular, con Jaume Matas a la cabeza. De los partidos del Pacte de Progrés, tal vez el que más haya sufrido las consecuencias sea el PSM, que ha visto como se reducía su número de escaños. Si inicialmente los integrantes del actual Govern se echaban las culpas mutuamente, ahora Pere Sampol culpa a los hoteleros, les llama caciques y les acusa de obligar a la población a votar al PP.

Un criterio absolutamente erróneo. Es cierto que ha tenido su efecto el miedo a la incertidumbre económica y que los hoteleros apostaban por el cambio, pero jamás se puede culpar al electorado de los fracasos propios. Si hace cuatro años se les dio vía libre para conseguir un Ejecutivo progresista mediante un pacto, ahora los ciudadanos han decidido que quieren cambiar el rumbo. Es indudable que ha tenido mucho que ver en ello la política turística, con los enfrentamientos permanentes con el sector, con una promoción que casi se limitó a defender la ecotasa, un impuesto ciertamente válido, pero que debió establecerse desde el acuerdo y el consenso. Tampoco no se puede olvidar la clave ibicenca. En Eivissa y Formentera ha sido donde más se ha castigado al Pacte. En las Pitiüses nació el pacto progresista y allí se ha certificado su defunción.

Los electores también han castigado los desencuentros entre los integrantes del Pacte en asuntos de gran importancia. Es evidente que Antich no lo ha tenido fácil. Muchas veces no ha podido ejercer de president debido, precisamente, al equilibrio de fuerzas y al reparto de cada una de sus conselleries.

Las urnas han dado mucho poder al PP, pero eso debe administrarse no desde la prepotencia, sino ejerciéndolo con moderación y gobernando para todos. Ésa es la tarea que debe afrontar desde su investidura Jaume Matas.