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La primera y más notable consecuencia del recién alcanzado pacto de gobierno en el Consell entre PP y UM es el nuevo mapa de carreteras que ambos partidos han acordado llevar a cabo en la legislatura que ahora comienza. Es un punto intermedio entre las autopistas que propugnaban los conservadores y los desdoblamientos de las actuales vías que defendían los nacionalistas. Finalmente, Mallorca tendrá carreteras ampliadas, autovías y autopistas, siempre siguiendo el trazado ya existente.

Pero hay algunas objeciones que deben ser expuestas. Que la actual carretera de Manacor permanezca como está, con un simple reasfaltado, es un error, aunque se enlace Palma con la ciudad de las perlas a través de una autovía que parta desde Inca. Y lo es por varias razones. Primero, porque si el grueso del tráfico se desvía a la autopista central, los accesos a Palma se convertirán -ya casi lo son- en un infierno, aunque sea construya el segundo cinturón. Segundo, porque todo el tráfico que se dirige a las poblaciones intermedias entre Palma y Manacor se verá obligado a continuar por una carretera obsoleta y peligrosa. Y, tercero, porque trazar una autovía con accesos elevados o subterráneos, con medianas y arcenes, en el Pla de Mallorca puede transformar por completo un paisaje que ahora tiene un carácter eminentemente rural.

Una vez descartada la opción del PP «pura dura» -la autopista de Llevant- y que no olvidemos que sigue siendo la preferida por los electores conservadores, no se puede apostar únicamente por el eje Palma-Inca-Manacor. No se puede descartar de un plumazo el proyecto de desdoblamiento hasta Montuïri que el Govern progresista estaba a punto de adjudicar. Por la seguridad de los usuarios de esta concurridísima vía, el Consell debe revisar este proyecto y llevarlo a cabo. Así el ciudadano tendrá dos opciones: la autopista de Inca conectada con la autovía Sineu-Petra y el desdoblamiento de la carretera de Manacor. Renunciar a la reforma de la actual carretera será una irresponsabilidad.