Tras muchos avatares y explosiones de violencia incontrolada,
ataques terroristas y ataques selectivos, parece que el proceso de
paz de Oriente Medio se encuentra en el camino adecuado. Buena
muestra de ello es la tregua de tres meses anunciada por la Yihad y
Hamas, dos de los grupos radicales islámicos que más activos se han
mostrado y que, en multitud de ocasiones anteriores, han echado por
tierra intentos de poner fin a este sangriento conflicto, tregua a
la que horas más tarde se sumó Al-Fatah, grupo que lidera Yaser
Arafat.
También contribuye a relajar este clima el anuncio del abandono
de la franja de Gaza por parte del Ejército de Israel, que en los
últimos meses ha llevado a cabo toda clase de ataques, en ocasiones
más que cuestionables, contra presuntos objetivos terroristas.
Buena parte de la responsabilidad de que nos encontremos en esta
positiva situación es de la comunidad internacional y, muy en
especial, de la firme implicación que parecen haber adoptado los
Estados Unidos en los últimos meses. Pero tampoco debe olvidarse el
papel jugado por el primer ministro palestino, Abu Mazen, que ha
limado buena parte de las asperezas que existían frente a Arafat y,
por supuesto, el cambio de actitud del primer ministro israelí,
Ariel Sharon.
Sin embargo, no debemos echar las campanas al vuelo. La
situación, evidentemente, ha mejorado de forma sensible, pero aún
nos encontramos en el inicio de lo que puede ser la pacificación de
Oriente Medio. Aunque es momento de esperanza, quedan muchas
conversaciones, muchas negociaciones y mucho diálogo para que
definitivamente podamos dar por enterrado el conflicto entre
israelíes y palestinos.
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