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Jaume Matas ha elegido a su Govern para trabajar las 24 horas del día los siete días de la semana para cumplir los objetivos de su programa electoral. Y para ello se ha rodeado de un equipo de viejos conocidos, salvo mínimas sorpresas -caso de la consellera de Presidència, Maria Rosa Puig-, que integra a los «barones» del PP, a quienes la oposición ya ha calificado de «núcleo duro» del partido, en un proceso bien distinto al que ha seguido Catalina Cirer en Cort, donde ha habido una renovación más profunda. Están todos los que tenían que estar y que figuraban en todas las quinielas, aunque ha habido cambios en la asignación de conselleries. Pero no cabe duda de que hay una lógica detrás de cada nombramiento. Matas ha querido recompensar a quienes sudaron la camiseta los cuatro años de oposición. Y lo ha hecho con un adecuado equilibrio en el reparto de cargos. Caras conocidas y caras nuevas, presencia de Palma y de la part forana de Mallorca, consellers de Menorca e Eivissa...

Estamos ante un gobierno fuerte, con políticos de probada solvencia. Rosa Estaràs, vicepresidenta, y Joan Flaquer, conseller de Turisme y portavoz, son los dos puntales en los que se apoyará Matas. Cabrer y Castillo, dos incansables arietes parlamentarios, reciben el encargo de impulsar la renovación de infraestructuras y la gestión sanitaria. Fiol, un hombre dialogante, reúne el perfil adecuado para Educació i Cultura. Lo mismo que Rodríguez, que con tantos años de experiencia municipal puede ser el hombre adecuado para Funció Pública e Interior.

Y dos sectores difíciles durante la época del Pacte, como Agricultura y Turisme, se encomiendan a hombres muy valorados por los respectivos estamentos profesionales y con los que hay perfecta sintonía. Otros dos pesos pesados, Font y Cardona, aterrizan en Medi Ambient y Comerç i Indutria. Y Ramis de Ayreflor, hombre de la máxima confianza del president, en Economia i Hisenda. Matas ha puesto toda la artillería del PP en su Govern. Ahora solo falta ver resultados.