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El Arenal de sa Ràpita representa la primera de las playas naturales que se extienden a lo largo del litoral de Campos y ses Salines. Ubicada entre s'Estanyol y es Trenc, preludia el tríptico paisajístico que a base de mares cristalinos, arenas blancas y pinares costeros pincelan la gama cromática del Sur de Mallorca. A medio camino entre el Club Náutico de sa Ràpita y el núcleo poblacional de ses Covetes, esta playa representa un equilibrio entre lo salvaje y lo civilizado. Antaño dominada por la mole pétrea de la torre de defensa de Son Durí, ahora apenas distinguible al estar rodeada por un complejo turístico de nuevo cuño, abre su frente al horizonte marino de Cabrera. Apenas nos adentramos en la arena pasamos frente al restaurante del puerto deportivo para llegar a una zona de hamacas perfectamente alineadas bajo sombrillas de paja. Todo muy ordenado y limpio para unos visitantes preferentemente extranjeros en esta zona, que dan paso al público local a medida que llegamos al otro extremo, a 1.400 metros de distancia.

Sa Ràpita nació como colonia de verano allá por los años 20 y desde los 60 se ha extedido lentamente hasta formar una faja arquitectónica sin interrupción entre los municipios de Campos al que pertenece y Llucmajor. Por fortuna, la proximidad de las áreas construidas y la presión urbanística no ha alterado el carácter original del Arenal de sa Ràpita, que se conserva intacto. Aspecto muy apreciado entre quienes buscan la Mallorca auténtica y sin desfigurar por proyectos turísticos destinados a enriquecer a sus promotores a expensas de un patrimonio natural que no tiene precio.

Gabriel Alomar