El nuevo president del Govern, Jaume Matas, ha mantenido apenas
sin cambios la estructura del Govern, si del «apenas sin cambios»
se excluye la escabechina hecha en las extintas conselleries de
Benestar Social y Energia i Innovació, claro está. Pero, por lo que
se vio ayer, también mantiene inalterable una de las más arraigadas
costumbres de su antecesor en el cargo, Francesc Antich: comenzar
todo con un cuarto de hora de retraso.
Lo cosa no tendría más importancia si no fuera porque era el
primer día de julio, a las 12 del mediodía, con 150 personas
pugnando por hacerse un hueco en los 30 metros cuadrados que mide
la capilla del Consolat de la Mar, otras 150 fuera, en el patio de
sa Llonja, con casi 40 grados al sol y casi más a la sombra y con
una humedad relativa en el ambiente del 150 por cien. Aquello no
era humedad relativa; era humedad absoluta.
Y reconozco que no lo pasé mal por mí, sino por dos consellers
en concreto. Uno de ellos, el nuevo titular de Medi Ambient, Jaume
Font, ha interiorizado tanto su cargo en tan poco tiempo que, con
semejante ambiente, de todo su cuerpo comenzó a brotar agua en
tales cantidades y a tal velocidad que todo él se convirtió en
Jaume Font Ufana.
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