El presidente del Gobierno, José María Aznar, no se presentará a
la reelección. Esto es ya prácticamente un hecho. Y los rumores
sobre la sucesión se suceden continuamente. Pero Aznar seguirá en
la presidencia del Partido Popular (PP) hasta el año 2005, es
decir, antes, durante y después de las elecciones en las que se
decidirá quién gobernará el país en los próximos cuatro años.
Esta situación de bicefalia en el PP va a determinar el curso de
la próxima campaña electoral, en la que Aznar presidirá la
formación política y otra persona, aún por determinar en el
congreso extraordinario, será el candidato a la Presidencia del
Gobierno. Estas circunstancias excepcionales pueden actuar como un
lastre para los conservadores y Aznar puede caer en la tentación de
querer manejar los hilos del PP y determinar los pasos que debe
seguir el candidato conservador.
Si esto no es bueno para el PP, menos lo va a ser para el país
en el caso de que éste gane las elecciones y se siga la dinámica de
obedecer los dictados de un líder aparentemente retirado que
continúe ejerciendo su dominio sobre un presumible presidente del
Gobierno conservador tras los comicios de 2004. Bueno sería que los
conservadores recordaran los problemas a los que tuvo que hacer
frente el PSOE tras aquellas primarias que le abocaron también a la
bicefalia Borrell-Almunia.
Precisamente las consecuencias que se pueden derivar de todo
ello, absolutamente rechazables, precisan que, el PP y muy en
especial su presidente, Aznar, actúen para que el mecanismo de
sucesión no produzca duplicidades, ni dobles poderes. El nuevo
líder conservador debe tener las manos libres, no sólo por el bien
de su partido, sino por el del funcionamiento del país, en el caso
de que éste gane las elecciones.
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