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La noche no se puede hurtar ni hacerla desaparecer, así que lo mejor será disfrutarla. Y como hay más días que longanizas, podremos repartirnos las noches para vivirlas de todas las formas posibles. La toledana, esa que uno pasa sin dormir, no es la más recomendable; quizás mejor la vieja, ya saben la última del año. Aunque está claro que la mejor siempre es la buena, esa que pasamos con descanso y total sosiego. Aunque esta vez hemos optado por aquélla que nos confunde, aquella que hace a todos lo gatos pardos y que nos disimula las tachas que vendemos y comerciamos, es decir los defectos de nosotros mismos. Y como la noche siempre es capa de pecadores, ahí nos encontramos, entremezclados en sus faldas de gran dama, compartiendo su encanto con nocheros -así llaman los chilenos a los porteros de las discotecas-, tiqueteros, gogós, despedidas de solteros, despedidas de solteras y mucho botellón. Y eso que se dice que los efectos de la dama son la confusión, la oscuridad y la tristeza.

Palma de noche se transforma porque sus gentes se transforman. El ejecutivo agresivo de día es la drag sensual de noche; el chico pijo que va a misa los domingos es el borrachín que ataca a todas las chicas de noche; la chica con gafas y el pelo recogido del trabajo es la que se desmelena con el ombligo al aire y lentillas al llegar la noche; el vago que sólo quiere dormir por las mañanas es hiperactivo al caer el sol; el hombre recién casado que por fin consigue salir con los amigotes es que el que pierde los papeles; el responsable diurno es el que es un hooligan nocturno, o simplemente el que es un soso de día, todavía lo es más cuando se va de marcha.

Todos son abrazados por la dama de la noche, nadie se queda sin jugar, nadie calienta banquillo.

Hay grupos de amigas, de amigos, mixtos, hombres solitarios en busca de una mirada prohibida, mujeres huyendo de la monotonía, padres en busca de sus hijos e hijos disimulando su chupito de más. ¿Pero qué tiene la noche de Palma? Su influjo trasciende las fronteras, una fama que la mayoría encuentra exagerada. Pero algo tiene, porque siempre está llena, nunca viaja sola, ya sea en el Passeig Marítim, en Gomila e incluso en la Llonja. El que quiere algo diferente y de calidad, envuelto en el ambiente más cosmopolita, atraviesa el Atlántico; el que busca la mejor birra con el sonido más auténtico entra en el Bluesville; el que necesita calor Made in Brasil ya sabe dónde acudir, y el que sale para ser visto paga la Mar Salada. Y si sólo se quiere desenfreno, Tito's no parará de dárselo; si todavía se es muy joven, quizás volver a Belle Epoque sea la mejor opción, mientras que para los más alternativos Rara Avis pasará un buen momento. Y si todo te importa muy poco, pues vete al Karajo, aunque cuando no se sepa a dónde ir, si para allá o para acá, la Bodeguita del Medio será un buen lugar.

No están todos los que son, ni son todos los que están y el que no lo entienda, pues que se de una vuelta por Palma de noche y lo comprenderá. Allí están todos y muchos más.

David J. Nadal
Fotos: Jonás Climent/Joana Pérez