Siguiendo en dirección al límite norte del litoral de Manacor
llegamos a Cala Morlanda, vecina de S'Illot y urbanizada desde
finales del siglo XIX, cuando se construyeron las primeras
residencias de veraneo, a cargo de los clérigos de Manacor. Para
ello se ocuparon los terrenos de la possessió de Sa Gruta, (cueva
que se conserva en estado natural en las proximidades) y en 1904 se
levantó el oratorio de la Mare de Deu de l'Esperança, extendiéndose
el área construída a partir de 1910 hasta los años 30 y sobretodo
con los años 70, que crece hasta ocupar todo la superficie hasta la
playa de Sa Moreia a lo largo de un kilómetro de largo por más de
medio de ancho.
El paisaje urbano desde entonces queda configurado como una
amplia zona de chalets de una o dos plantas con terraza, de
ambiente familiar y ocupación temporal o de fin de semana,
preferentemente. Por lo que concierne a la cala, de reducidas
dimensiones, se abre entre las rocas en pleno centro urbano, por lo
que el acceso por parte de los residentes es inmediato. Según
pudimos comprobar, la concurrencia es mayoritariamente local y se
concentra frente a la Ronda del Moll. La playa es básicamente
rocosa y uno de los atractivos de este enclave son sus fondos
marinos, por lo que abundan los bañistas, entre los que abundan los
niños, provistos de escafandra.
A poca distancia y a través de un sendero que parte de la misma
cala podemos optar también por el baño en el vecino Caló den
Rafalino, estrecha abertura en la roca formada por el cauce de un
pequeño torrente, apenas ocupada por dos o tres personas en un buen
día de verano.
Gabriel Alomar
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