Tita Cervera, baronesa Von Thyssen, estuvo algo atareada en la
mañana de ayer. Todo porque tuvo en casa al jardinero a quien
sugirió una serie de cambios en el jardín en cuanto a plantas se
refiere. Poco después de que por primera vez en este año el yate
Fortuna se hiciera a la mar, con la reina Sofía a bordo, los
Thyssen se subieron todos al monovolumen plateado que el chófer
había estacionado frente a la casa: ella, de blanco, su hijo,
Borja, con vaqueros y camisa, y la novia de este, Blanca Cuesta,
con mini y top, ambos del mismo color. Les acompañaba un escolta
que ocupó plaza en la parte de atras del vehículo. Tras consultar
en un plano, sin más, salieron a dar una vuelta. ¿A dónde esta vez?
En la víspera nos despistaron. El chófer de la baronesa es un
profesional, eso quedó claro. Tras darnos dos o tres vueltas hacia
ninguna parte, en el primer semáfono que se encontró nos dejó y
desapareció. ¿Se repetiría la historia?
La baronesa no es mujer como para andarla siguiendo. No tiene
nada que esconder. Todo en ella es diáfano, limpio, no hay
entresijos ni amores ocultos ni historias raras o inconfesables.
Todo lo contraraio, es una mujer muy bien «enrollada» con la
prensa, de lo cual puedo dar fe. Así que a la primera ocasión que
tuvimos, le planteamos el posado, unas cuantas preguntas y después
cada cual por su camino. Salíamos ganado todos, ¿Saben? Nosotros en
nuestro trabajo y ella -y acompañantes- en tranquilidad. Lo absurdo
hubiera sido estar tras ellos durante todo el día, jugando al
escondite. ¡Ah, si como la baronesa todos entendieran nuestro
trabajo! La de días ajetreados, equívocos, carreras, mosqueos,
malos modos, robados, etc. que se evitarían. Lo tranquilos que
viviríamos todos, ellos y nosotros.
En la terraza del Club Náutico de Palma, desde donde veíamos
subir al comedor a los invitados al almuerzo en el que se
presentaba la Copa del Rey de vela, Tita desmintió que la hubieran
engañado en la compra de un barco. «Es falso cuanto se ha dicho. El
barco está en muy buenas condiciones. Va a vela y a motor, sin
problemas. Lo que sucede es que lo estamos decorando por dentro; lo
estamos dejando a nuestro gusto, ¿Saben?. Por eso no navegamos
todavía en él. Pero, repito, de engañarnos al comprarlo, ni
hablar».
Pedro Prieto
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