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Siguiendo con nuestro itinerario por la costa de Llevant, las montañas de cierta altura y recubiertas de pinares anuncian la llegada al municipio de Capdepera que nos recibe con la playa de Canyamel, pionera en contar con un hotel desde el siglo XIX, merced a su vecindad con las grandiosas cuevas de Artà cuya altura interna se compara con la Seu. Allí, entre la belleza natural del torrente inmerso en los cañizales lleno de aves acuáticas y la majestuosa presencia de los montes circundantes recubiertos de verde, se abre la playa.

Para llegar podemos optar por tomar la carretera que pasa frente a la emblemática torre de Canyamel, construcción defensiva cuyos orígenes se remontan a la dominación islámica, y que nos conduce directamente al centro de la urbanización o por la antes recoleta plazoleta (ahora devastada por el temporal de 2001) del precioso Hostal Cuevas, que conserva todo su encanto de antaño. Desde este lugar, hasta hace dos años sombreado por enormes pinos centenarios y ahora desertizado, podemos ver los restos del sabinar que bordeaba el arroyo que inspiró a célebres pintores, como Erwin Hubert o Eliseo Meifrén, quienes inmortalizaron en sus lienzos un paraje ahora arrasado. Es lamentable que las instituciones responsables no hayan tomado cartas en el asunto, porque nos encontramos ante la pérdida de uno de los parajes más emblemáticos de Mallorca. Desastre que podría subsanarse con una repoblación puntual como se ha realizado con gran acierto en el cercano campo de golf. Canyamel, al igual que otras tantas urbanizaciones, tambien se ve sometido a un proceso de construcción imparable que ya altera su fisonomía secular.

Gabriel Alomar